domingo, 29 de diciembre de 2013

DIÁLOGOS




Me gusta reflexionar, incluso discutir (no reñir). Todo menos los “cuchicheos” en tono peyorativo. Esa forma de crítica me parece negativa y sobre todo nos desgasta a todos.

Cualquier toma de decisiones que implica una determinada actuación desencadena opiniones ajenas y éstas pueden ser a favor o en contra.

Dirigir el rumbo de un colectivo, es delicado. Las ideas pueden ser estupendas, pero se tiene que contar con quienes van a interpretarlas.

Se podría poner el ejemplo de una película. El guión puede ser magnífico y los actores estupendos. En ese caso será un éxito. Pero se pueden dar otras combinaciones: que el guión sea bueno y los actores malos o al revés. Que el guión se ajuste a las limitaciones de los actores y este equilibrio produzca una excelente película, aunque no sea un best seller. Que no haya suficientes actores para la historia que se propone y hay que doblar papeles. Que sobren actores y en ese caso debería sobrar ese guión. Se podría seguir matizando.

Para hacer un viaje en coche se necesita gasolina, además del coche, pero sobre todo viajeros que estén de acuerdo con el itinerario.

Todo esto para leeros una reflexión de George Devereux sobre la empresa más fundamental de nuestra sociedad: el niño.

“Como los especialistas del comportamiento infantil son, además, miembros adultos de una cultura que se preocupa menos por definir lo que es el niño en sí mismo y cómo se comporta, que por especificar lo que “debería ser” y obligarlo a portarse convenientemente, numerosas nociones en apariencia científicas, referentes al comportamiento infantil auténtico, no son en definitiva mas que proyecciones emitidas por el adulto con un fin interesado. No llegaremos a una formulación válida de la teoría ontogénica de los síntomas más que cuando establezcamos -¡por fin!- un esquema culturalmente neutro y realmente desinteresado del comportamiento infantil.”

Entre ser mecánico y notario hay una diferencia de clases notable. Cualquier padre quisiera para su hijo lo segundo. Error. Lo que debe quererse es que el niño se quiera en lo que hace, sea arreglar coches o dar fe con su firma.

Ahí está la clave. Saber cómo se comportan los demás y provocar que den lo mejor de sí mismos como sociedad. Eliminar las proyecciones de “cómo deberían ser” y obligarles a portarse de acuerdo con un programa que tiene un fin interesado.  Aunque ese fin puede parecer a primera vista el destino ideal.

Lo ideal es que sepamos danzar con las ideas.








viernes, 27 de diciembre de 2013

SORPRESA EL 1 DE JUNIO DEL 2008







Qué sorpresa el desfile de las fuerzas armadas.

Una semana de preparativos, la complicidad del tiempo (un sol deteniendo a las nubes), y el público expectante.

Unos momentos antes de empezar la exhibición, un militar reparte banderitas españolas a los niños y a los que están lejos les llegan volando. Una de éstas la intercepta una señora provocando la protesta de todos los que allí estábamos. “Era para ese niño…”  “¡Es mía! ¡Sólo se la doy si a mí me dan otra!”. Naturalmente se fue de vacío porque estamos es una democracia, es decir, es un país sensato.

Qué sorpresa esta exhibición militar.

Los uniformes, el paso marcial, las medallas… También mujeres, pieles de colores, soldados pensando en los demás. Se nota que estamos más relajados.

Qué sorpresa mis lágrimas.

Empezaron a desfilar por las alturas. Mi compañero señaló el primero de los aviones y me dijo: “Cuesta más que el presupuesto de algún país”.  El cielo se llenó de nubes. Inmediatamente aparecieron los blindados, los carros de combate, tanques y demás construcciones guerreras, seguidos por batallones de hombres y mujeres capaces de hacerlas “hablar”. También ambulancias y ayuda humanitaria.

No paré de llorar mientras duró la exhibición. Estaba viendo la razón de la fuerza y este recuerdo iluminó la memoria de tantos y tantos muertos que lo fueron porque la razón no encontró ejército. Lloraba sin amargura, pues estoy segura de que la mayoría allí presente querría un mundo mejor, más justo, menos violento… pero lloraba. Sentía como si gritasen a través de mí los que se fueron: “No queremos ni uno más, estamos los justos para denunciar la injusticia de no estar a la fuerza”.

Qué sorpresa los hombres que asumen la derrota y evitan con ello la violencia.

Sebastián Castellion es el autor de esta frase: “Matar a un hombre para defender una doctrina no es defender una doctrina, es matar a un hombre”. No la conocía y fue a través de Francisco Carrasquer (Premio Nacional de las Letras Aragonesas 2007) en su libro “Miradas de Eternidad” donde encontré esa razonable sentencia. Me emocionaron esos puntos comunes que Francisco Carrasquer encontró entre Miguel Servet y Espinoza como faros de lo que el ser humano debería exhibir:

  • La libertad de expresión del pensamiento dónde, cuándo y cómo sea.
  • La tolerancia como base de convivencia, contraste de pareceres y bienestar.
  • Unos mínimos cimientos de estoicismo.
  • Amor a la ciencia que se trasluce en la exposición y demostración.
  • Síntesis de lo racional y lo místico, de la razón y la intuición.

La Vida. ¡Qué sorpresa!






miércoles, 25 de diciembre de 2013

LOS MOMENTOS DUROS





Los momentos duros, conflictivos, tristes, agobiantes, desesperados, oscuros, interminables… que inevitablemente tenemos que vivir, deberíamos asumirlos responsablemente en primera persona. Esto es fácil decirlo, pero complicado llevarlo a cabo.

Complicado, no porque no queramos, sino porque no sabemos.

Tropezamos en nuestro propio dolor y rompemos “sin querer” esa estructura de cristal en la que el destino nos envía mensajes.

Los mensajes, aparentemente, no solucionan nada porque están encriptados y solo podemos leerlos una vez atravesado el túnel. En ellos se nos da la bienvenida y… un mapa de “cómo atravesar lo que acabamos de atravesar”.

Nos adelanta algo la proyección en los demás. Para leer en los demás hay que mirar, más o menos,  como en esas láminas del “Ojo mágico”.

Digo yo...







martes, 24 de diciembre de 2013

viernes, 20 de diciembre de 2013

EMOCIONES

Puentes sobre el Ebro - Zaragoza
EN MÍ


Me encuentro bien en mí porque estuvieron
y descubrí que se querían, no a mí, sino a ellos
y que por ello querían quedarse.

Me encuentro bien en ellos
y no encuentro mejor ofrecimiento que la hospitalidad en mí
sin obligarles a que se queden.

Me encuentro en ti,
y cuando salgo,
encuentro un generoso espacio de retorno.

Me encuentro.


¡Bien!



***