sábado, 3 de febrero de 2018

4.- SAMSARA

Te cuento como vi esta película.




Direción: Pan Nalin
Guión: Pan Nalin
Reparto: Shawn Ku, Christy Chung, Neelesha BaVora, Lhakpa Tsering, Tenzin Tashi, Jamayang Jimpa
Productores: Karl Baumgartner, Christoph Friedel
Productora: Fandango, Pandora Filmproduktion, Paradis Films
Distribución: Karma Films




Para consolar a los pequeños un lama les cuenta que el joven Sidharta abandonó sus riquezas, su casa y su familia, para llegar a ser buda. “Si os quedáis aquí…”

Thasi apenas puede escuchar el relato. Se está reponiendo de un extremo aislamiento que ha durado tres años, tres meses y tres días. Como parte del trayecto hacia la sabiduría se recluyó voluntariamente en un lugar de difícil acceso, con unas mínimas condiciones vitales. Fue demasiado lejos y debieron rescatarle sus compañeros de una muerte segura.

Desde entonces nada volvió a ser igual. Se encontraba distinto. Mucho más inquieto. Le robaban la atención las manos femeninas que le servían la comida. Se perdía en la ternura de unos ojos errantes. Los sueños, por la noche, le abrían aquellas puertas tan estudiadamente cerradas por sus maestros. Era otro y así lo percibían los demás.

No podía quedarse así. Tenía que decidir. Seguir junto a sus compañeros por el camino seguro o afrontar aquella seductora incertidumbre. El riesgo era evidente.

Se sintió empujado hasta el río. El agua se llevó lo poco que tenía. Su único equipaje consistía en la obligación de averiguar aquella pregunta que su maestro, dejándole marchar, le había planteado:
¿Cómo evitar que una gota de agua se seque?

Durante un tiempo imposible de relatar había seguido el rastro de un creciente perfume. Caminó, sin saberlo, hasta encontrar su nuevo hogar. Encontró sosiego en aquella mujer que sólo había visto una vez y a la que no pudo pedir que se quedara.

“Cuando la vi marchar pensé que no volvería a verla y tuve miedo”.

Ahora estaba allí. Tenía delante de él aquella imagen hermosa, cercana, confiada. La hizo suya con la certeza de conquistar su tierra. Ella le dio un hijo. Se lo dio. Y por segunda vez tuvo miedo. Un miedo aumentado porque esta vez su presencia le demandaba algo que no acababa de entender.

“Cuando la vi quedarse pensé que no volvería a ser independiente y tuve miedo”.

Se las arregló para alejarla un poco junto al niño y volver a pasear por aquella voluptuosidad del principio. Calculó mal el tiempo y tropezó. Para no caer tuvo que salir de allí como pudo.

Pensó en volver al monasterio. La visita de uno de sus antiguos compañeros abrió la puerta de los recuerdos. Volvió a calcular mal el tiempo y el presente entró

Tenía delante de sí ¿a quien? Al principio le pareció su mujer. Encontró acertado que le reprochara su abandono. Temió por su hijo. ¿Dónde estaba? Ella le miró haciéndole saber que él debería saberlo y esto le provocó un sufrimiento tan profundo que no encontró ninguna puerta por donde escapar.

Todo estaba en silencio. Abrió los ojos como si fuera por primera vez. Delante de él un conocido paisaje y en una de las piedras escrito en el reverso la respuesta que estaba buscando.
“Para evitar que una gota de agua se seque hay que devolverla al mar”

Y una voz...

¡Quédate!
Ya estoy en ese hospitalario imperativo. Ya me encuentro.

¡Por favor! Pídemelo otra vez.






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