jueves, 27 de agosto de 2020

7-LA MEMORIA




La Memoria

Allí estaba, sentado en dirección a la puerta. Por eso pude verlo bien cuando subí al autobús.
Al otro lado, en dirección contraria, ocupe un asiento y seguí con detalle todos sus movimientos. Iba hablando solo, con aquella forma peculiar de ensimismamiento que usan los que no tienen interlocutor.
De repente, cambió el tono monocorde por un recuerdo, al parecer, doloroso: “Te escribí varias cartas”… (se decía). “…siempre me las devolviste”… (se apenaba), y tras esa lucidez volvía al estado anterior, como si esta secuencia (repetida varias veces) fuera la partitura de su vida.
El vehículo paró y subieron varias personas. En la rapidez que requieren estas maniobras una chica tropezó con el pie de nuestro juglar. Ella le pidió inmediatamente perdón, pero aquel hombre no aceptó sus excusas. “Hay que mirar bien donde se pisa” dijo en tono quejumbroso, “no basta con pedir perdón…” La causante de este “atropello” quería hacerle entender que el pisotón no había sido intencionado, pero todas las explicaciones fueron inútiles. Su recriminación consiguió angustiar a la mujer y le hice un gesto para rebajar su sentimiento de culpa: “no se lo tenga en cuenta, no está bien”. Ella asintió y él siguió empeñado en su queja.
Durante todo el día me acompañó esa escena. ¿Qué dirían aquellas cartas? ¿A quién iban dirigidas? ¿Acaso imploraban un perdón? No tenía datos y eso impedía construir cualquier guión, pero era una buena excusa para recordar que solo puede perdonar quien lo ha hecho consigo mismo.

Recordé a mi padre. El destino, sin sentido aparente, le rompió la memoria y la información quedó tan huérfana como aquel ser humano solo en el autobús o mi madre durante tantos años.

Solo se me ocurrió decir, “tranquilos, yo me acuerdo por los tres”.

***
(Traducción María Rubio)

viernes, 21 de agosto de 2020

CARTA A MANUELA CARMENA EN EL 2016








Carta a Manuela Carmena en el 2016



Querida Manuela. Te escribo estas líneas para decirte lo mucho que me ha emocionado tu propuesta sobre involucrar a los estudiantes universitarios en colaborar con las tareas de limpieza en aquellas ocasiones en las que su ocio genera basura

El cambio social se produce de abajo/arriba y no al revés.

Soy una mujer de izquierdas, votante del PSOE y comprometida, en la medida que mi madurez me lo permite, con lo que pienso.

Siento mucho esas críticas que tu “sugerencia” ha provocado, no tanto por los reproches, sino por el desgaste personal que pueden causar. (Te vi por la tele un poco cansada).

Por mucho que uno luche en política por cambiar la sociedad, tiene que saber las limitaciones de esos resultados en los demás. Y al mismo tiempo estar absolutamente comprometido con actuar individualmente como decimos que tienen que actuar los demás. Ese es el reto y las contradicciones.

Recuerdo con mucho cariño el día que vi (hace muchos años) un barrendero que parecía un universitario. ¡Por fin!, dije, se van acabando las “castas”. Nadie nace para barrer las calles. La limpieza es una actividad fundamental para nuestra salud. Es algo básico y nadie está fuera de esa necesidad, por lo tanto, todos debemos implicarnos en ella. Lo hacemos en unos niveles.

Echamos la basura en un cubo. Tenemos unos servicios en casa donde depositamos nuestros excrementos. Básico.

A partir de ahí hay quien colabora un poco más y clasifica los desperdicios en contendedores de vidrio, papel y cartones, plásticos… No lo hace todo el mundo, pero hay mucha gente concienciada.

En lo que se refiere a la limpieza ciudadana pagamos impuestos para que se contrate personal y todo el material necesario para una correcta limpieza. Hasta ahí correcto.

Recordaré que el pago de impuestos es una redistribución social para garantizar la igualdad de todos los ciudadanos en aquellos servicios fundamentales.

El dinero es un símbolo de lo básico.