La clave estará escrita en el conocimiento de nosotros mismos… o por escribir.
¡¡Juguemos!!
Desierto: Tórrido. Inmenso
Cubo: Chocita para proteger. Sólido. Que puede con las ventiscas. Depende. Sola, unas. Acompañada, otras.
Escalera: Cuerda con nudos.
Caballo: Brioso corcel, con un apuesto caballero.
Tormenta: Encerrada en el cubo.
Flores: ¿De dónde?
*
Querida Geles, es verdad, ¿de dónde?
Ha sido la vuestra una generación difícil, como todas.
Ahora puedo decirte que una manera de solucionar los problemas es tener una actitud generosa para no crearlos, pero llegar a esa actitud cuesta una vida.
Es cierto que tú solo querías ser feliz y serlo es la principal obligación del ser humano, pero la reducción de encerrarse en uno mismo deja a los demás a la intemperie y tienen razón cuando se quejan de no haber tenido la madre que necesitaban. También es cierto que si la hubieran tenido en la forma que te echaban en falta hubieran perdido la capacidad de ser responsables de sí mismas.
Siempre te ha parecido que yo hablaba poco. Escuchaba. Te escuchaba lo que no sabías decirme porque había que completarlo con lo que ellas decían. No podían suspenderte en cariño porque el que te tenían era tan fuerte que siempre les subía la nota y te aprobaban. Y eso es lo que tú intentabas decirme, que estabas orgullosa de tus hijas porque lo que tenían era originalmente “su-yo”. Que habían sabido abrirte la puerta con una generosidad que te permitió disfrutar de esa cosecha como si fuera tuya.
Era tan tuyo como mío el cariño tejido en esa relación. Tus hijas apostillarían que la amistad siempre es recíproca, como todo lo bueno y ni tú, ni yo, nos atreveremos a llevarles la contraria.
Querida amiga, en esa paz en la que ya lo has visto todo está incluida la sonrisa que te provocaría leerme en tu paisaje.
Querida Geles.
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No llegué a conocer a Geles. Darío, recuerdo, hablaba de ella bastante... ¿quién es/era? Me ha vuelto a despertar la curiosidad...
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