jueves, 10 de diciembre de 2020

AUSENCIA








Querido amigo. El teléfono no es suficiente para acompañaros en estos tristísimos momentos. El abrazo en directo hubiera sido lo ideal, pero no ha podido ser. Por eso te escribo esta carta.

Hace muchos años que mantuvimos una correspondencia entrañable, de la que guardo como recuerdo aquel libro que me regalaste con las páginas en blanco.

Así es la vida. Somos sus páginas en las que vamos contándole cómo somos, cómo estamos, qué queremos, qué nos hace falta…  Ella, la vida, en el momento que considera oportuno pone el FIN a nuestro relato.

El dolor por la muerte de un hijo, compañero, padre, hermano, primo, sobrino, amigo, es inevitable y hay que vivirlo (no se puede de otra manera) en primera persona. Ese duelo tiene un ciclo que poco a poco se cumplirá. Para que transcurra por buen camino tendremos en cuenta que la tristeza por su pérdida es nuestra porque nos deja un vacío, pero él, seguro, estará bien. En estos momentos vivía una etapa feliz y eso es lo que deberemos recordar junto a la pena de su ausencia. Seguro que él lo querría así.

Podemos ser creyentes y entonces imaginarlo en el cielo. O no serlo e imaginar que está en su cielo porque él lo era.

Querido amigo, la vida de cada uno es un guión en el que hay momentos difíciles, alegres, complicados, felices y solo uno puede entender completamente su vida. Superar los problemas asumiendo nuestra responsabilidad es de campeones. Tú has sido uno de ellos. Para tus padres un punto de apoyo extraordinario.

La distancia supone un impedimento para la comunicación. Pocas cosas pueden sustituir al gesto, la sonrisa, el abrazo, pero una de ellas es la memoria, el recuerdo de tantas vivencias compartidas por nuestra familia y que están grabadas en nuestros corazones.

Un fuerte, fuerte abrazo para todos vosotros de todos nosotros, desde ese corazón que nos une.




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