Oscuro, misterioso, interesante. Sólo desde el silencio puede encontrarse la clave de este tren.
Despierta una profunda curiosidad su itinerario, siendo infinitas las estaciones que recorre y en cada una sube, curiosamente, tan solo un pasajero.
Este tren no se pierde en la niebla del tiempo y por ello no expide billetes de ida y vuelta. Lo escrito en su costado solo se lee desde el espejo de Kronos.
Ellos se nos van, provocando en nosotros enfado por su ausencia. Nos duele que abandonen su imagen, pero es solo apariencia.
Son proyecciones nuestras que un día abandonamos en la estación de otros y que ¡por fin! piden el regreso a su hogar.
No queda otra que buscarles su sitio. La realidad no tiene puertas de huida. Sólo de entrada. La realidad es redonda.
El tren del que hablas tiene completo su guión, su recorrido y agotados los billetes. No hay nada que añadir porque tiene vagones para todos.
No quieras perderte el final. (Tampoco puedes).
Ese tren, como bien dices, nos lleva en su barriga a todos. En la última estación la madre naturaleza nos regala su parto. Un comienzo en el que todos tenemos un papel insustituible en esta historia.
Nos la contamos unos a otros con la inocencia de que este tren nos garantiza un final felizmente Universal.
Nos olvidamos que aplaudimos pidiendo ¡otra vez, que se repita! para meternos cada uno, de nuevo, en nuestro personaje.
Tan sencillo como que al invierno le sigue la primavera que fue el comienzo.
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¡Liédena!
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