miércoles, 16 de octubre de 2024

ATLAS y HÉRCULES


Zaragoza, abril 2005



Hércules inició la que era su undécima empresa. Fue a buscar las manzanas de oro de las Hespérides para lo que Atlas tuvo que ayudarle. Durmió al dragón que custodiaba el fruto y levantó el mundo sobre sus espaldas mientras Atlas recogía las manzanas ocultas por el firmamento para dárselas a Hércules.

           
Leo este relato en una de tantas páginas dedicadas a la mitología griega:

“Después de que Hércules se llevara los bueyes, que eran custodiados noche y día por un perro de siete cabezas, inició el que era su undécimo trabajo. Fue a buscar las manzanas de oro de las Hespérides para lo que Atlas, padre o tío de éstas según las diferentes versiones, tuvo que ayudarle. Hércules consiguió adormecer al dragón protector que velaba por las frutas y que nunca dormía; una vez logrado esto, levantó el mundo bajo sus espaldas mientras Atlas recogía las manzanas de debajo de éste. Sin embargo, Hércules observó extrañado como Atlas no mostraba la más mínima intención de ocupar de nuevo su lugar, lo que preocupó a nuestro héroe. Entonces, Hércules le dijo a Atlas que cogiese un momento el firmamento mientras se acomodaba una almohada. Al hacer eso, Atlas soltó las manzanas y Hércules las cogió y desapareció de allí haciendo fracasar los intentos del gigante de desquitarse de su pesada obligación”.



Te contaré cómo lo veo yo:

            A Hércules le encomendaron recoger las manzanas de las Hespérides.

Para conseguirlas necesitaba la ayuda de Atlas. Cada uno pondría lo suyo y los beneficios estarían ya incluidos en la propia acción.  Todo se desarrolló perfectamente y se consiguió el objetivo, pero algo me llamó la atención.

            En la parte final, la más delicada, en el paso de transferir su carga a Hércules, Atlas miró hacia abajo y descubrió las manzanas… y a él. Por primera vez se vió sin peso y con un tesoro en sus manos. En sus manos el oro. En sus manos su imagen. Esa redondez pesada que le mantenía humillado, ocultaba otro aspecto del que ahora era dueño absoluto… aunque solo fuera por un instante. ¿Cómo no entender aquella resistencia a ocupar su lugar?..
  
            Por su parte, Hércules encontró una carga mucho mas liviana en sostener el peso del firmamento y agradeció a Atlas ese minuto de descanso. Pero no tardó en sentirse obligado por responsabilidad a tomar de nuevo el peso de su conciencia.

            Dar este paso resultará complejo:

            Hércules tenía que dejar el mundo en manos de Atlas e incorporar a este traspaso todo un “mundo” de agradecimientos. Le regaló su pértiga. Esa lanzadera con la que pudo alcanzar el fruto de la conciencia.

            Atlas la tomó y rodeó con ella la esfera terrestre fundiéndose en un abrazo. En ese momento se consumó la separación de cielo y tierra. Semejante belleza le hizo contemplar su labor con orgullo y a través del horizonte recordó a Hércules. ¡Siempre serían amigos!

            ¡Qué espectáculo el rostro de Atlas conmovido con su imagen! ¡Qué inocencia la de Hércules contemplando ese espectáculo!

            Mira conmigo ese hombre sentado en el centro del horizonte, en el centro de esa línea que podría ser el balancín de un funámbulo buscando el punto de equilibrio desde donde contemplar su verdadera historia para contársela a los dioses.
            Sabrás que los dioses, en este mundo, solo susurran. Cuando quieren hablar de tú a tú con el hombre nos llevan con ellos. Nuestras vidas les interesan tan profundamente que quieren, una y otra vez, escucharnos. Por eso, cada uno de nosotros, repite, una y otra vez su personaje en la obra humana por el placer de hacerles un resumen en clave de eternidad.

            Todo ser humano lleva en su carcaj ese minuto eterno desde donde puede descubrir quien es el autor de cuanto se ha escrito.

            Los dioses siempre tienen la última palabra:
“ Y colorín, colorado, esta historia no ha acabado”




ATLAS AND HERCULES

            Hercules started what was his eleventh entreprise. He went looking  for the Hesperides´ golden apples for which Atlas had to help him. He slept the dragon that guarded the fruit and lifted the world up on his back while Atlas collected the apples, hidden by the firmament, to give them to Hercules.

            I read this story in one of so many pages dedicated to greek mythology.

“After Hercules took the oxen that were guarded night and day by a sevenheaded dog started what was his eleventh work. He went looking for the Hesperides´golden apples, for which Atlas, father or uncle of theirs, depending on the different versions, had to help him. Hercules managed to lull the protective dragon that guarded the fruit and never slept. Once this was achieved, he lifted the world up on his back while Atlas picked the apples under him. However, Hercules observed surprised how Atlas didn´t show the slightest intention of accupying his place again, what worried our hero. Then, Hercules told Atlas to take the firmament jus for a moment while he adapted a pillow on his back, Doing that, Atlas released the apples and Hercules caught them and disappeared from there making the giant´s attempts fail to make up for his heavy duty”.

            I´ll tell you how I see it:
            Hercules was entrusted to pick the Hesperides´apples up.

To get them he needed Atlas´help. Each one would work in equal shares and the benefit would be included in the same action. Everything developed perfectly and the goal was achieved, but something attracted my attention.

In the final part, the most delicate, when transferring his load to Hercules, Atlas looked down and discovered the apples… and himself. For the first time he saw himself without a load and with a treasure in his hands. Gold in his hands. His own image in his hands. That heavy roundness that kept him humiliated, hid another aspect of which now he was the absolute owner… although just for a moment. How not to understand that resistance to occupy his place?.

For his part, Hercules found a much lighter load in holding the weight of the firmament and thanked Atlas that break minute. But he wasn´t late in feeling obligued for responsibility to load the weight of his conscience.

             Taking this step will turn out complicated:

Hercules had to leave control on Atlas´hands and incorporate to this transfer a whole world of gratitude. He gave him his pole as a gift. That shuttle which he could reach the conscience fruit with.
            Atlas took it and surrounded all the Earthsphere with it, melting into each other´s arms. In that moment the division between Heaven and Earth completed. Such beauty made him gaze at his work with pride and, through the horizon, he remembered Hercules. They would be friends forever!.

            What a show Atlas´face touched with his own image!. What innocence the one of Hercules´gazing that show!.
Look with me at that man, sitting in the centre of the horizon, in the centre of that line that could be a funambulist´s balancing pole looking for a balance point where glaze his true story from, to tell it to the Gods.

             You´ll know that the Gods, in this world, just whisper. When they want to talk to us directly, they take us with them. Our lives interest them so deeply that they want, each and every time, to listen to us. That´s why each one of us repeat, time after time, his character in the human play for the pleasure of making them a summary in eternity clef.
            Every human being carries inside his quiver that eternal minute where he can find out who the author of everything written is from.

Gods always have the last word: and “that´s all there is and there is something more”.

(Traducción: María Rubio)

 

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