Enero
2002
Suena la joven Orquesta Nacional.
En la última fila fagotes, trombos y
trompetas esperan el momento para subrayar el ascenso conseguido. La percusión
interviene reconduciendo la melodía que por un momento parecía querer volar. El
latido de un poderoso corazón devuelve la pasión a su cauce y da comienzo otra
frase.
Pero yo no estoy fina.
El volumen se me hace insoportable porque
algo ha ocurrido. Una de estas primeras notas tropezó en el estribo de mi oído
que a su vez golpeó al martillo. Éste explicitó una sonora protesta por
considerarse el único con capacidad de golpear, para lo cual derribó a un
asustadizo yunque que cayó por el caracol y ya no hubo escalera capaz de
rescatarle.
En esas condiciones acústicas no podía
unirme a la opinión general que expresaba alegría porque esa joven orquesta
hubiese dejado de ser una promesa. Si ellos habían conseguido lo que
prometieron, a mí ¿qué me pasaba?
Interpretaron a Ravel en la segunda parte.
No era un buen apoyo (en mi caso) para
reflexionar, por muy cerca que estuviera este compositor de los meditativos.
Pero no quise dar la nota y aproveche el comienzo de aquel, casi imperceptible,
temblor de los palillos para intentar localizar, como un zahorí, el origen de
tamaño desajuste.
En tono tranquilo, desarrolló la frase un
instrumento de viento
Una de las valiosas aportaciones que hace
Matilde Ras al mundo grafológico es incorporar al pensamiento interpretativo el
símbolo del aire. (Respiran los óvalos abiertos mostrando confianza en sí
mismos).
Yo estaba cerrada
Seguía el concierto. Una vez más,
escuchamos ese corto y reiterativo pasaje musical, reforzado, esta vez, por las
cuerdas que parecían decirme: "el mal genio aparece como un dique en tu
puerta". Y yo, como defensa,
me distraía.
La orquesta subía, poco a poco, el tono.
La partitura no era tal, sino un mensaje monocorde que no dejaba escapar a
nadie de su disciplina. Todos tenían que decir lo mismo aumentando
proporcionalmente el volumen.
Cuando los de la percusión se resarcieron,
haciéndome oír en unos pocos, pero fortísimos compases, todo lo que no habían
hablado hasta entonces, creí no poder contenerme.
Fue un esfuerzo no chillar ¡basta! ¡no
puedo más!
Pero ese esfuerzo abrió una puerta. Salió,
como alma que lleva el diablo, un no sé qué, y pude escuchar el agradecimiento
general a nuestra joven orquesta. Las manos revoloteaban y no sabría decir si
el aire fresco que se respiraba salía de aquel palmoteo o de las abiertas
sonrisas que manifestaban su aprobación por ese sobresaliente concierto.
Ellos tenían razón.
Desde hoy escucharé a Ravel con otros
ojos.
*
How I saw that concert
The young
national orchestra sounds.
At the last
row bassoons, trombones and trumpets wait for the moment to underline the
achieved rise. Percussion takes part taking back the melody that, for a moment,
seemed as if it wanted to fly. The beating of a powerful heart gets passion
back to normal and begins another phrasing.
But I´m not
acute.
Volume is
unbearable for me because something´s happened. One of these notes tripped on my
ear´s spur that, in turn, hit the hammer, this one asserted a stringent protest
for considering itself the only one able to hit, and therefore it knocked down
an easily frightened anvil that fell through the cochlea and there wasn´t a
ladder able to rescue it any more.
In those
acoustic conditions, I couldn´t join the general opinion expressing joy because
that young orchestra had stopped being a promise. If they had got what they
promised, what happened to me?.
They
played Ravel in the second part.
It wasn´t a
good support (in my case) to reflect on, even though this composer was close to
the interveners. But I didn´t want to give the keynote and took advantage of
that nearly imperceptible trembling of the drumsticks to try to locate, like a
water diviner, the origin of such an imbalance.
In
a quiet tune, a wind instrument developed the phrasing.
One of the
valuable Matilde Ras´contributions to graphological world is incorporating the
air symbol into the interpretative thought. (The open ovals breath showing self-confidence).
I was closed.
I followed
the concert, once more, we listened to that short and reiterative musical
passage, reinforced, this time, by string that seemed as if they wanted to tell
me: “bad temper appears like a dyke at your door”. And I, as a defence, kept
myself entertained.
The orchestra
grew louder little by little. The score wasn´t anything of the sort, but a
single-stringed message that didn´t let anybody escape from its discipline.
Everybody had to say the same, turning volume up proportionally.
When those in
the last row made up for it, making me hear in just a little, but absolutely
strong time, all they hadn´t told till then, I thought I wasn´t able to
restrained myself. It was an effort not to shout: stop! I can´t go on!.
But that
effort opened a door. It went out, like a bat out of hell, a certain something,
but that let me listen to the general gratitude to our young orchestra, hands
fluttered and I couldn´t say if the fresh air I breathed came out of that
clapping or of the open smiles that showed its approval to that outstanding
concert.
They were
right. It´s up to the truth to find its place.
From
now on, I´ll listen to Ravel in a different way.
María.
(Traducción María Rubio)
Guardo este escrito, recuerdo cuando me lo enviastes, me gustó mucho y me sigue gustando mucho. Un beso.
ResponderEliminarMe enviaste este escrito en su momento, también a mí. No sabía que había ido a otra gente también, porque me los enviabas como cartas...
ResponderEliminarA mí el Bolero de Ravel me hace el efecto contrario, es la fuerza del guerrero interno levantando la espada. No hay quien se rinda después de escucharse la pieza entera...