Estoy sola, tomando un café en un ídem. Son las 23,30 y hace una noche preciosa.
Me apetecía contarte lo que hago en este momento y no me lo he pensado dos veces. Hay luna llena. Está especialmente iluminada. Especialmente, digo, porque esta noche, como todas las demás será única. Lo mismo ocurre con todos los instantes que vivimos. Se iluminan si somos capaces de mirarlos. Tampoco pasa nada si se nos pasan. La vida es tan bondadosa que se diría hecha para torpes y es esa sencillez la que nos desorienta.
“Un charco de barro para saltar” es uno de los regalos más sencillos. Es una cariñosa manera de pedir a los padres que jueguen con sus hijos, y no los den en adopción a esos juguetes absurdos que construyen los adultos. Lo hacen intentando recuperar una infancia que creen haber perdido, sin percatarse de que se esconde (jugando) en la madurez todavía por conquistar… (toma aliento).
Te he dicho “tomando café” cuando en realidad todavía no me han servido. No hay manera de conquistar al camarero. Pasa olímpicamente de mí. Bueno, no pasa. Está cansado. Seguramente lleva trabajando lo suficiente como para aislarse un poco de este agobio. Pero a mi me apetece un café. ¿Qué te parece si le invito a sentarse conmigo y que nos sirva ese caballero que tiene pinta de ser el jefe? Seguramente me respondería con una sonrisa y un “gracias, pero si me siento me despiden”… ahora viene y se lo pido por tercera vez.
A mi madre le gustó tu regalo. Encendió una de las varitas el día de nochevieja. De alguna manera cenaste con nosotros. Ese día, el 31, a las seis de la mañana, nació mi hija hace 32 años. Es una experiencia tan emocionante que no extraña la facilidad que… quiero decir, el rollo de escuchar cómo fue el parto y los alrededores de quien ha pasado por esa experiencia. Pero al mismo tiempo, y eso es lo más importante, la maternidad puede (y debe) vivirse con cualquier niño, siendo irrelevante si es o no hijo tuyo.
El miércoles iremos al cine. Te seguiré contando.
Besos
María
Me apetecía contarte lo que hago en este momento y no me lo he pensado dos veces. Hay luna llena. Está especialmente iluminada. Especialmente, digo, porque esta noche, como todas las demás será única. Lo mismo ocurre con todos los instantes que vivimos. Se iluminan si somos capaces de mirarlos. Tampoco pasa nada si se nos pasan. La vida es tan bondadosa que se diría hecha para torpes y es esa sencillez la que nos desorienta.
“Un charco de barro para saltar” es uno de los regalos más sencillos. Es una cariñosa manera de pedir a los padres que jueguen con sus hijos, y no los den en adopción a esos juguetes absurdos que construyen los adultos. Lo hacen intentando recuperar una infancia que creen haber perdido, sin percatarse de que se esconde (jugando) en la madurez todavía por conquistar… (toma aliento).
Te he dicho “tomando café” cuando en realidad todavía no me han servido. No hay manera de conquistar al camarero. Pasa olímpicamente de mí. Bueno, no pasa. Está cansado. Seguramente lleva trabajando lo suficiente como para aislarse un poco de este agobio. Pero a mi me apetece un café. ¿Qué te parece si le invito a sentarse conmigo y que nos sirva ese caballero que tiene pinta de ser el jefe? Seguramente me respondería con una sonrisa y un “gracias, pero si me siento me despiden”… ahora viene y se lo pido por tercera vez.
A mi madre le gustó tu regalo. Encendió una de las varitas el día de nochevieja. De alguna manera cenaste con nosotros. Ese día, el 31, a las seis de la mañana, nació mi hija hace 32 años. Es una experiencia tan emocionante que no extraña la facilidad que… quiero decir, el rollo de escuchar cómo fue el parto y los alrededores de quien ha pasado por esa experiencia. Pero al mismo tiempo, y eso es lo más importante, la maternidad puede (y debe) vivirse con cualquier niño, siendo irrelevante si es o no hijo tuyo.
El miércoles iremos al cine. Te seguiré contando.
Besos
María
Que bonito!! es impresionante como trasladas al lector a tu campo..por un momento he pensado que haría yo en ese bar, y seguro que no hubiera dudado en invitar al camarero a ese café! aunque las calabazas, hubieran sido las mismas...jejeje.
ResponderEliminarComo tu dices, todos los días, hras, minutos e instantes son únicos, muchas veces los dejamos pasar, sin apreciarlos, pero es cuando volcamos la vista a trás y vemos lo que nos hemos perdido a veces...,cuando los valoramos ciomo merecen, prestaré más atención de aquí en adelante, seguro que se ilumina todo mucho mejor..
Un beso y hasta mañana!
la de la miniF