lunes, 29 de abril de 2019

SOBRE "EL TANGO CON DARÍO"




El comienzo

Empezaré fuerte. La vida es el parpadeo de la conciencia.

Habréis oído decir a Machado: "los ojos en que te miras, son ojos porque te ven".

Nos sentimos observados y cada vez que he seguido el perfume de ese rastro me ha llevado al mismo sitio. Al centro de mi corazón, donde tú, mi cariño, te habías escondido.

Su historia

Dicen que el tango está unido a un sentimiento penoso: abandonos, olvidos, desengaños... Tengo oído que hay a quien no le gustaba verlo bailar por las caras tan serias que ponían los ejecutantes.
No es cierto. 

La tristeza es una de las muchas cuerdas que el tango hace sonar, porque la alegría, como toda luz, tiene su sombra. Y si algo hay de lo otro será por provocar, como Tanatos (la muerte) cuando nos asusta.

Pero es éste, un libro alegre, que nos cuenta (también a su autora) el desarrollo feliz de un encuentro amoroso. Y lo hace combinando palabra y música. La música como líquido amniótico del verbo. El lenguaje como una erótica insinuación a la conciencia para que construya su hogar en el corazón de quien habla. Y lo consigue, porque quiere quedarse hasta en la última página que habla de epitafios.

El silencio

¿Quién no ha oído el silencio? Este es uno de los aspectos más importantes del tango. Ese espacio en el que habita la inocencia. Donde, como dice Darío: "todo está ahí para ser adivinado".  

Habréis oído decir a Machado: "Converso con el hombre que siempre va conmigo" Estoy segura de que con "él" hablaba de "ella". "Ella" era el silencio.

La conversación

Silencio y conversación. Para que la danza adquiera el nivel de conversación, es fundamental escuchar la señal del compañero. Escuchar... para dejar que el otro escriba  sus mejores notas y así, leerse. ¿Cómo leerse? Imprescindible la distancia. (No se puede leer con la cuartilla pegada a la cara).

La distancia

Habréis oído decir a Rilke: "La mayor distancia es la que existe entre hombre y mujer" 

Pero ¿cómo saber que se alcanzó la distancia justa?  

Yo lo sé cuando oigo mi nombre.

En origen, han dicho los científicos, el mundo vibró como una nota musical entre dos explosiones. Una explosión -el Bing Bang es una pequeñez- producida cuando se encuentran dos opuestos. 

Oir el propio nombre en una voz enamorada, dicen, fue el verdadero origen de la música.


El libro

Palabra y música. De eso trata este ramillete envuelto como un regalo en una edición preciosa de la que "Impresionarte" (quienes lo han confeccionado) están tan contentos como yo.

Cómo creció

Mi hija fue la primera en oír todas y cada una de las páginas de este libro. Y cuando me las devolvió entre risas y asombro, la sorpresa fue mía al comprobar que estaban intactas las ideas. Que había resistido, como si ya fuera un libro consagrado, el viaje de una generación a otra.

Pasado este bautismo, lo llevé a Buenos Aires. Allí lo publicaron junto a otras ideas y se encontró tan cómodo que pidió repetir la experiencia. ¿Y quién le niega a un libro que "sea" para lo que ha nacido? Pues sí hay quién. Las editoriales que todas se negaron. (Tampoco fueron tantos los intentos). Pero ahí estaba yo, su autora y todos los amigos empujando a que me decidiera a publicarlo.

Prevengo:

Este libro tiene el color muy fuerte. El rojo nos recuerda la pasión y su peligro: perder esa pasión por no tener el equilibrio contrastado. 

Al mirarlo puede uno enamorarse, porque desde él, quien mira parece nuestro espejo.  La belleza siempre lleva línea de retorno.

Advierto:

Al leerlo puede verse como las palabras cambian de lugar, van y vienen de una idea a otra, incluso alguna vez tropiezan con la trampa de los puntos suspensivos ... pero ahí está el implacable ritmo que impone sus espacios, sus silencios y evita, de esta forma, el atropello de un montón de ideas menores que también querrían estar en los papeles.
Animo:

A encontrar el espacio, que para todos hay y a releerlo. No se escribe entre líneas de repente. Y eso hay que leer, lo que cada uno escribe en lo que lee.

Epílogo 


Comparto con vosotros mi descubrimiento:

 La fuerza de los enamorados está en que el amor ni se da, ni se pide. Sencillamente se acepta.



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