viernes, 29 de septiembre de 2023

CURIOSA SITUACIÓN EN EL 2005

(Calle Arcadas - Zaragoza)




Me encontré en una curiosa situación en julio del 2005. Recibí la llamada de Cristhian, un conocido que pedía auxilio.

Por la mañana llegó de Londres con lo puesto y sin nadie a quien acudir. Solucioné la papeleta alquilando habitación en un hotel para esa noche. En la mañana del domingo le acompañamos a uno de los servicios sociales que tiene el Ayuntamiento donde alojan a transeúntes y durante una semana estuvo allí. Después otra institución le facilitó catorce días más de estancia. En ambos casos las comidas estaban incluidas. Quería buscar trabajo y quedarse en Zaragoza.

Si alguien por la calle me pide limosna, generalmente no doy. No podría dar a todo el mundo y prefiero no elegir a éste sí y a éste no, sin tener criterio. Además, considero que votando a un partido en el que conseguir la igualdad de derechos es uno de sus objetivos, estoy devolviendo indirectamente a quien pide, lo que la injusticia social les quitó.

Pero en este caso la petición era personal. ¡Por favor, ayúdame! Y me vi éticamente obligada a ello.

Dinero, compañía y pistas donde poder encontrar trabajo ha sido la ayuda prestada hasta hoy 31 de agosto, sin que haya conseguido su objetivo. Es lógico que una persona de 55 años, flaco y no muy contento, vea con disgusto, cómo se “cuelan” otros más jóvenes, vitales y menos problemáticos en las ofertas de empleo que él espera para sí.

Y pasa el tiempo.

Yo no le ofrecí nada porque de él sabía lo mismo. Por esta razón toda la ayuda que le he proporcionado es regalada. Así lo tomaría yo si me encontrase en su lugar.

Pero él, me dice, que es un humanista. Un hombre de los que se encuentran uno cada ciento cincuenta mil y por eso tiene dificultades con el personal. Para todos tiene una pega que señalar y mi alarma ha saltado cuando esa marea turbia se acerca peligrosamente a las costas de mis conocidos.

A mis amigos he conseguido mantenerles alejados de este problema. Rechacé varias ofertas para alojarlo en sus casas y comprendí perfectamente la negativa de otra amiga para alquilarle una habitación en la suya.

Me sorprende el grado de incomodidad que me causa oírle criticar a conocidos más o menos cercanos, consiguiendo con esa censura aumentar mi simpatía por quien en situación normal no se la tengo. Me me parece una injusticia arremeter con la forma de ser del otro, sin haber agotado el tiempo para conocerles más profundamente, además de avanzar en unas exigencias que en la misma proporción le alejan de mi disposición a echarle una mano.

Hacía tiempo que no soñaba y la noche pasada tuve una pesadilla. Me sorprendió la aparición de un miedo conocido en otra pesadilla que tuve hace algunos años.

Los sueños me dan la pista para descubrir que esas pretensiones “humanistas” esconden la intención de prescindir de los humanos.

Me he encontrado de repente, reproduciendo en clave de caricatura esa curiosa relación que, quizás para asimilarla convenientemente, tiene que aparecer de esta manera.


¡La vida!





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