lunes, 22 de julio de 2024

DARIUCO SE NOS FUE EL 22 DE JULIO DE 2013



Alguien perdió una carta (Darío) dirigida a alguien (María). Decía así:

 Para ti.

 Hace un día muy hermoso. Qué quietud. Qué silencio. Tanto como mi paz. Soy feliz.

Respira hondo (aquí venía el nombre del autor), que de más hondo aún viene tu dicha.

Qué pena quererte tanto, qué pena; pero qué alegría también tener esta pena.

Este hombre, el mejor que he conocido, podría haber sido tuyo.”

 Si yo hubiese sido la destinataria de esta carta (que lo era), hubiera respondido así:

 “Tienes razón. Es el mejor por ser el único que has conocido. Si te hubieras “reconocido” esa pena estaría en su sitio y hubiera traído su espacio.

La diferencia en decir “tuyo” a “tu yo” es fundamental. Mi yo solo espera reconocerse en mí para no invadir el espacio de los demás. Si yo hubiera sido tú no habría para mí felicidad posible.

Tuyo debiste ser tú y no pudo ser.

Estoy segura de que ya lo has comprendido todo. Para la conciencia universal tú también eres imprescindible. En este final pudiste respirar con la hondura debida.

Yo nunca he dejado de ser feliz.

Para mí











“Ahora podéis hablar vosotros”, dijo Darío después de media hora sin soltar la palabra.

¡Eso lo dices sólo para seguir hablando!, replicó un amigo haciéndonos reímos a todos, incluido el autor de esa frase.

Esta anécdota le define bien. Hablaba mucho y exponía ideas interesantes, pero había un error en el planteamiento que invalidaba el enunciado.

Nos habíamos reunido para conversar entre todos, no como espectadores.

Repetía hasta la saciedad que la discusión era lo interesante, la actividad más sana y vital, lo mejor que podíamos hacer, pero adolecía de lo fundamental: el valor de escuchar. Valor para entrar en lo desconocido.

Nadie (presumía) le había ganado nunca. Y era verdad. Nadie pudo derribar esa muralla y entrar en el auténtico Darío.

Pero el final está por escribir. Dariuco dejó muchas pistas para que Darío lo encontrase.





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