sábado, 21 de noviembre de 2020

DUMBO






Entro en Dumbo. Me siento en una de sus mesas y un bolígrafo me pide que le siga. Voy detrás de él.

Dibuja un recorrido que intuyo interesante, pero no entiendo bien qué dice… y me dice:

“Tienes que elevarte”.
Pregunto:
¿Te sigo o me distancio?

“No es incompatible”, contesta. “Tomando altura no me perderás de vista y además te encontrarás leyendo lo que escribo”.



Me cuesta. Tengo vértigo (no por la altura, sino por dejar el suelo que da seguridad) y el bolígrafo me ofrece su apoyo. Tiene una caperuza en la que puedo situar mi vista y cambia el panorama. Aparecen varias dimensiones. Puedo seguirle y leer lo que escribe al mismo tiempo.

Cuenta la historia de alguien que se empeñaba solo en el espacio/tiempo y su vida era como un agujero negro. Un buen día recibió una clave. Mejor dicho, la traducción de una clave que tenía encriptada.

Se dejó llevar y apareció al otro lado. Desde allí se veía completo. Le costó reconocerse porque hasta entonces no supo que los demás eran espejos suyos.

El viaje fue ambivalente. Duro y hermoso, pero por fin se encontraba… feliz porque se encontraba.

Curiosamente lo que parecía un final era solo un principio.

Le agradecí a ese bolígrafo su empática historia que me sonaba a música celestial  y quiso volver a contármela. 

                                       Ahí estamos, sin parar de sonreír.










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