domingo, 25 de septiembre de 2022

19.- VÉ DE MÍ...





Un velada elevada al cubo

Desierto:    
                            Caluroso. En lontananza dunas altas donde el viento levanta polvaredas. A la derecha se adivina una zona sombría que es un oasis con agua y palmeras. Horizonte amarillo. Cerca huellas de camellos o animales que han pasado por ahí. Piedras blancas areniscas de forma salteada. A mitad de camino entre las dunas y yo, unos cactus gigantes que proyectan una sombra muy alargada, porque está atardeciendo. Encima de la duna solo se ve medio sol. Se ven a la izquierda los surcos del cangrejo de los desiertos (ese que se mete debajo de la arena porque hace mucho calor). Pasan correteando por delante de mí buscando otra zona sombría. También hay lagartijas que al correr serpentean con la cola dejando el rastro. Tan solo eso y algún silbido ocasional del viento es lo que rompe el silencio. (Eso hace darse cuenta de que a pesar de ser un paraje tan inhóspito hay vida.). No hay flores más que las pequeñas de algún cactus. Y las que pueda haber en el oasis, pero que yo no las veo, aunque lo presumo.
Cubo:            
                            De pirita negra. En el oasis (no lo veo), dentro del estanque de agua sobre el que se refleja el sol. Estructura perfecta geométrica de mineral (porque un cubo en el desierto no lo veo de ninguna otra manera).
Escalera:              
                            La escalera sobre la tierra más sólida que va desde la arena hasta el tejado de una cueva beréber. De manera que si el aire tapara la entrada poder subir por el tejado. No es una escalera son escalones de la misma tierra. A 50 mts. del oasis (en una zona más rocosa y habitable). Pero algo aislado, no un pueblo. Punto intermedio.
Caballo:
                            Me sorprende de repente por su forma de trotar. Salvaje o semisalvaje, negro, que se les ha escapado (porque todavía no está domado) en el camino a un grupo de Tuaregs que debió pasar. Va a beber agua y su instinto le lleva al oasis y se le nota fatigado y con las pezuñas muy lastimadas por su escapada (trotando sin rumbo y extasiado de ser durante días, hundiendo las patas en la arena, buscando la sombra y buscando la manada de la que se extravío (o yegua o potro)
Tormenta:
                            Chulísima. el anuncio de la tormenta es un viento feroz que levanta polvaredas. Es sobre todo de aire con lluvia intensa, como una nube pasajera que llena el pozo del oasis y endurece la arena del camino. Y agradable porque baja un poco la temperatura.
Flores:   









Nos crecemos en los problemas.
Tenemos recursos. 
En varias ocasiones hemos salido airosos de esa peligrosa empresa que es la vuelta al pasado.

Estamos acompañados por varios "plumillas" (reporteros) que toman nota de todo cuanto pasa. 

Uno de ellos, el más brillante, escribió algo en su cuaderno que no puede descifrarse.
Pedimos explicaciones y oscurece la respuesta: "No es tiempo todavía.
Vendrían a caer en espejismos".

(¿Quién vendría, o quienes?)

En las noches accede a nuestro ruego y desvela alguna frase suelta.

Lee bien, tiene la voz segura. Enseguida capta silencios excesivos y nos propone juegos de palabras: "... bereber... rebeber... volver a empezar"

Y volvemos. Volvemos cada vez más seguros, más íntimos.

Estas lecturas son todo un rito y hoy, queríamos acompañarle pero faltó a la cita.
Se fue en la madrugada dejándonos un libro: "La sed".

Me ahorraré relatar la tristeza que dejó en un instante. 
Sólo hablando con él podíamos conjurarla.
Y leímos (como él) en nosotros.

Desde entonces, una segunda voz (tan distinta) se trenza con la nuestra.

"Ve de mí, pero no te vayas"

***











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