sábado, 2 de marzo de 2024

CONVERSACIONES CON ANTONIO G. OLIVARES - (3)

 
 
 
 
 
Antonio leyó mi libro.Una presentación casi fugaz a mediados del 2001 y unos meses más tarde parecía que siempre hubiésemos conversado.
Enero 2002
Antonio García Olivares (2)
…Aunque esto no son mas que impresiones personales mías…
Das la imagen de una mujer que ha sido feliz desde los dieciocho años, sin fisuras, recovecos ni complicaciones, con la serenidad de una esfera de agua. ¿Es esa esfera una gota pendiente de un hilo de seda, como en una telaraña? ¿O es más bien como un planeta oceánico (como Saturno)?
Quiero decir: ¿Ha sido el capricho de la fortuna, que ha decidido siempre acariciarte, o se trata de una gravitación interior, que ha sido puesta en tu alma y vuelve hermoso a tu entorno (sea éste como sea para los otros)? ¿Tú qué dirías? Mi pregunta es humanamente interesada, pues, como tantos otros, he vivido en una permanente crispación por no saber dar la talla ante todo el mundo, o por sentir que algunos no me daban lo que yo creía merecer. Y ese estado habitual sólo intermitentemente se veía interrumpido por ventanas abiertas a otro mundo, el de la serenidad incondicionada, mundo que yo creía entrever en la vida de los místicos occidentales y budistas y al que me fui acercando con los años, pero un mundo en el que no es fácil habitar a voluntad, ni de forma permanente. Por ello, me provoca enorme curiosidad ver que puede existir alguien con una felicidad redonda, como la de una bodisattva.
… (continuará)
No sé si debo ser yo quien te las de por ese hermoso escrito, o sencillamente aceptar tu agradecimiento…
Feliz. Soy feliz y no sé cuando empecé a serlo. Las "fisuras, recovecos y complicaciones" no son nada más que pérdidas de equilibrio necesarias para incorporar aquello que produce estas turbulencias. La clave está en no perder el centro, diría Oriente.
Hablas de una felicidad redonda, una imagen que me resulta muy querida. La "redondez" está en que es ella, la felicidad, quien te encuentra, la que marca los tiempos y nosotros solo tenemos que escucharla... hasta el final, sin apresuramientos. Confiando. La voluntad le pone un miriñaque que no le sienta bien.
… (continuará)

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