viernes, 26 de febrero de 2016

CARTAS A DANAE - MAYO DEL 98

A Danae desde Granada
Mayo-98



Mi querida Danae. ¡Qué edad tan preciosa la tuya! ¡Qué maravilloso el misterio de la adolescencia! ¡Qué perfección de sentimientos!

La madurez no es otra cosa que hilar toda esa vivencia que el destino amorosamente arroja sobre nosotros de forma tan inesperada.

En poco tiempo los chicos se han vuelto "casi" imprescindibles (dentro de poco sobrará ese "casi") y esto supone unas vivencias tan sorprendentes que necesitan toda nuestra atención. Se convierten en lo único importante. Y esta novedad sólo puede entenderla alguien que esté viviendo lo mismo, o sea, tus amigas y amigos.

Para ti es un mundo nuevo. Para tus padres, esta nueva relación contigo, también. Aquí viene el conflicto. Tú quieres, necesitas, ocuparte de tu felicidad y ellos quieren evitarte errores y sufrimientos por los que en su adolescencia pasaron. Es una pieza que hay que saber bailar.

Tienes el derecho a exigir tu espacio y la obligación de entender por qué a veces te lo invaden. Los dos "bandos", tú y tus padres, tenéis el mismo objetivo. Tu felicidad. La victoria está garantizada porque todo se desarrolla entre amigos. (Ellos son, y nosotros damos fe de ello, unos excelentes amigos).

Una última reflexión. Cuando hablamos de felicidad no quiere decirse que no haya sufrimiento, sino que en nuestra madurez ya está contemplado el tiempo necesario para superarlo.

Un cariñosísimo abrazo.

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miércoles, 24 de febrero de 2016

NIETZSCHE Y LO MÍO

 


Nietzsche podía provocar cuando exclamaba: ¡Yo doy a cada cual lo mío! porque él no era un hombre sino “dinamita”.

Un hombre tan humano que antes de tener la victoria asegurada estaba dispuesto a romper sus límites y dar su apellido a cualquier fruto nacido de su obra.

En una de esas batallas se rompió, pero nos dejó su vida.






         Dicen que dar a cada uno lo suyo es justicia, pero la justicia es compleja.

         ¿Qué es lo mío?

         ¿Qué pretendemos cuando queremos que se acepte lo nuestro?

         Si me veo obligada a aceptar lo que no es mío, la violencia ejercida anulará la capacidad fecundadora característica de las ideas y mi tiempo psíquico estará distraído en la empresa de echar al invasor. No podré encontrarme hasta recuperar del exilio ese aspecto desplazado por la ocupación “enemiga”.

         Compartir nuestras certezas desde el respeto al “saber” del otro, es hospitalario. Esa paz no tiene nada que ver con lo que significan aquellas ruidosas ruedas de molino de quien se empeña en colocarlas donde sea, comprendiendo que su propietario lo hace porque tampoco puede asimilarlas y necesita compañía.

         La verdad no está sometida a la voluntad. La verdad es libre porque “es” y en su nombre nadie tiene autorización para decidir quien está o no en ella.

         Únicamente los hechos son capaces de identificar claramente dónde se encuentra.

           



viernes, 19 de febrero de 2016

CONVERSACIONES CON UNA AMIGA








Es un combate inútil luchar por un hombre o por una mujer.

La conquista está en saberse conducir.



miércoles, 17 de febrero de 2016

CENTRO DE YOGA PRANA







 
 
 
 
 
No es publicidad, sino cariño.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 16 de febrero de 2016

DEPORTE SIN INSULTOS

(Euda)
El pasado viernes (11 de febrero), en un partido de prebenjamines de la liga provincial de Málaga, viví una de las experiencias más bonitas de mi carrera como árbitro de fútbol.

Se enfrentaban el Juventud de Torremolinos y el C.D. Puerto Malagueño. A falta de cinco minutos para el final, el equipo local vencía por uno a cero. Con el balón claramente controlado por este en el borde de su área penal, me percaté de que uno de los jovencísimos jugadores visitantes se hallaba en el suelo y detuve el juego, que, lógicamente, debía ser reanudado con un balón a tierra (bote neutral).

Ante esta situación, el entrenador visitante indicó a sus jugadores que lanzasen la pelota fuera por la línea de meta para que sacase el Torremolinos. Sin embargo, un jugador del Puerto, obviamente sin maldad, lanzó a portería y marcó el gol del empate. Todos los adultos cruzábamos miradas de incredulidad, pero el gol, claro está, era legal.

Rápidamente, el entrenador del Puerto ordenó a sus jugadores que se dejasen marcar un gol. Los niños no lo entendían muy bien, pero lo acataron. Bueno, todos menos el portero, que evitó el tanto. En la siguiente interrupción, el entrenador visitante solicitó acceder al terreno de juego para hablar con sus jugadores y explicarles lo que estaba ocurriendo. Lo mismo quería hacer el local. Yo, dadas las especiales circunstancias generadas, se lo permití a ambos. Tras ello, esta vez sí, el Torremolinos marcó el que sería, a la postre, el último gol del partido, que, por tanto, finalizaba con victoria local por dos a uno.

Tras acabar el choque, me abracé con ambos entrenadores (el comportamiento del local también había sido ejemplar, manteniendo la calma y las formas en todo momento). Me sentí feliz por lo que había vivido y les di las gracias.

Fue una emotiva experiencia para todos, especialmente para los niños que jugaban y los que veían el partido en las gradas. Si todavía en aquel momento no entendían bien los detalles de lo sucedido, sus entrenadores ahondarían todo lo necesario después en el asunto. Lo que no admite duda es que será positivo en su crecimiento como deportistas y como personas.

Quizá ellos no lo sepan, pero tocaron el cielo en aquel partido. Y al cielo nos condujeron a todos los que allí estábamos. Lástima que, como contrapunto, tengan que escuchar a sus ídolos (tras, por ejemplo, ganar un partido anotando voluntariamente un gol con la mano o marcando un penalti fruto del fingimiento y el engaño al árbitro) decir que lo fundamental son los tres puntos, sin importar la forma de lograrlos. Se equivocan los jugadores profesionales que afirman eso, pues el fin no justifica los medios, sino que, como decía Gandhi, los medios son el fin.

Lo más importante no es vencer al rival, sino superarse a uno mismo. La verdadera victoria es tocar el cielo de los valores que dan sentido a la vida. Visto así (y, a mi juicio, es la única forma de verlo), el pasado viernes por la tarde vencieron ambos equipos de prebenjamines. Es más, vencimos todos. Porque todos tocamos el cielo de los valores, que es de lo que se trata en el deporte y en la vida.


Ángel Andrés Jiménez Bonillo, árbitro de fútbol y Presidente de la Asociación Deporte Sin Insultos.
13 de febrero de 2011.

jueves, 4 de febrero de 2016

EL ANGEL ROJO - MELCHOR RODRIGUEZ GARCÍA

 
 
 
Agradezco a Ciudadanos que haya conseguido poner a todo el mundo de acuerdo en este recuerdo.
 
 
 
 


Se puede morir por las ideas, pero no matar por ellas.










 

miércoles, 3 de febrero de 2016

ENCONTRAR LA CLAVE


No sobra nadie. Faltan respuestas





A la realidad no le sobra ninguna pieza. La clave del juego está en encontrar qué centro nos corresponde a cada uno. Nacemos en un desconocido espacio que incluye para todos la misma brújula del ego. Es una copia exacta del original y que por ello registrará fielmente cualquier variación que se produzca respecto de la quietud inicial.

 No elegimos las circunstancias desde las que comenzamos la partida, ni conocemos en qué consiste ganar, lo cual no quiere decir que no esté escrito. Algo sabemos. Que todos somos iguales.

Empezamos.

Hay diferencias de tejidos. No es lo mismo el esparto que la seda, un ser humano que otro. (Ya se ha planteado un problema por un prejuicio: “diferencia”). Ante esa encrucijada (el problema) encontrar la única salida al laberinto de la idea que tenemos sobre nuestro instinto es una constante que va a repetirse durante todo el tiempo que dure la partida. No hay que perder el centro, dice la brújula del yo. A esta realidad le saldrá una necesidad al encuentro y al mismo tiempo, por el otro lado, una imagen de lo que puede perderse. Otra vez el laberinto: “necesito que pierdan los otros para ganar yo”.

Se ofrecerá el esparto para limpiar una idea de tal naturaleza y solo así podremos volver a caminar como la seda.

El yo, el fiel de nuestro equilibrio deberá encontrar la ruta en la que ambos lados sean complementarios.

Una emoción compartida nos recuerda la unidad, el origen

El premio no está al final sino en que podemos volver a empezar