Desierto:
Estoy en la cima de una duna,
es el atardecer, ante mi se presenta el desierto en toda su majestuosidad,
dunas unas tras otras de arena fina y de color rojizo.
Voy vestida con una túnica larga de color claro y los pies descalzos.
Pongo mi mano sobre los ojos para intentar visualizar el final, el horizonte,
esa línea en la que el cielo se toca con la tierra.
Cubo:
Mas bien
pequeño unos 40 por 40 por 40cm. Blanco. Suave. Tiene algo de movimiento,
parece , está vivo. Hueco. Cerca, está en mi mano izda. Plano, sobre la palma
de la mano. Hermoso. Ligero. Claro. Mate. Olor a naturaleza. Tranquilidad,
alegría. se mueve, está hecho de mariposas de tamaño mediano y de color blanco.
Al soplar suavemente echan a volar y el cubo desaparece.
Escalera:
Peldaños de lianas
con flores de colores
Debajo, sobre la arena
Cuatro peldaños
Caballo:
De raza andaluza
Bayo con una larga cola.
A mi derecha
Está tumbado
tranquilamente.
Lleva unas bridas de cuero
y una manta sobre el lomo
Tormenta:
Como las del desierto, viento
que levanta la arena.
A
lo lejos
No afecta al cubo, ni a la
escalera, ni al caballo
Flores:
Muchas, muchas en las
dunas, cubriéndolas. En la madrugada, con el frío de la noche del desierto, la
humedad concentrada cae en forma de rocío y las hace brotar. Malva, de cuatro
pétalos, como las del azafrán. Son flores de un día, nacen y mueren a
continuación.
Dicen que me escapé de un sueño y también que huyo de la realidad.
Que voy demasiado deprisa o que no me muevo.
Que no dejo escapar detalle alguno o que tengo una venda en los ojos.
¿Dónde irá sin equipaje? (se preguntan aquellos que dicen de mí lo que no ven en ellos)
¿Con quién habla, si nadie le acompaña? (murmuran los que están aislados)
¿Quién es, que nos conoce a todos y nadie la conoce?
¿Dónde va si no se ve el camino dibujado?
¡Qué barullo!
Son cuatro cosas las fundamentales, aunque son para mí, no para ellos. Ellos preguntan sin saberse.
No me escapé. Bajé a buscarte.
No huí. Me encontré contigo.
No es desvarío, sino entusiasmo.
No soy muda. Me callé para oírte.
Me callé y ahora, por fin me escucho. Se fueron esas voces que no decían nada y queda este silencio prodigioso.
Dicen que el hombre es un suspiro de dios y dios un sueño del hombre.
Suspiré por ti y ahora me quiero.
Me quiero, no lo dudes.
Ahora me callo, para oírme
¡Si pudiera escuchar que tú también te oyes!
(Ocurrirá mañana, lo he soñado)