Este es el blog de una historia que arranca con un libro. Es un libro lleno de palabras que se enlazan por la belleza de quien las contempla. Sigue leyendo ...
¿No sería posible
cumplir el derecho a la vida de los enfermos de Hepatitis C destinando parte
del dinero entregado a la Iglesia (recordemos que tiene voto de pobreza) y
suministrar el medicamento adecuado que evite la condena a muerte de esos
hombres, mujeres y niños inocentes?
Igualdad de salida. Libertad de
llegada. Dos reglas fundamentales para la convivencia.
El deporte es una ritualización
de la guerra.
Primitivamente la razón la tenía el más fuerte porque era una
razón de supervivencia. La naturaleza nos lo muestra. Lo practican los
animales. Cuando están en una situación de peligro matan a sus crías débiles y
se quedan con la que tiene posibilidades de supervivencia.
Pero vamos desarrollando
capacidades y sale a la luz toda la complejidad del ser humano.
Sin negar lo
básico, proponemos otras formas de encontrar lo mejor sin dejar a nadie en el
camino.
El deporte tiene una meta: “Que
gane el mejor”
Para saber quien es el mejor
todos los que compiten tienen que jugar con las mismas reglas ya que de lo
contrario no sería posible conocer quien reúne las máximas cualidades para
representarnos. Para saber quien es el más alto tendrán que están todos en el
suelo y con el cielo por techo.
En la competición, por ejemplo
una carrera, se medirán las fuerzas originales sin ningún añadido que desvirtúe
la capacidad natural.
Sanidad y educación es el suelo
básico para la sociedad en la que apoyarse para saber con qué ciudadanos
contamos y cuáles de ellos estarán marcando la orientación de las posibilidades
que tenemos como sociedad.
Es infantil querer decidir con el
dedo aquello que solo le está permitido a lo natural. Eso debilita al ser
humano y la debilidad nos hace actuar como los animales.
Pido perdón a los animales. Ellos
actúan bien. Quienes deben comportarse
con arreglo a lo que la naturaleza depositó en su mochila son aquellos a los
que se les encomendó escribir su historia.
Pido perdón a ese papel que unas manos lo arrugaron tirándolo a la
papelera porque quien debía escribir lo que debía no supo hacerlo a la primera.
Siempre estamos en crisis.
Mauricio Borensztein, nacido en Buenos Aires, un 27 de abril de 1927, supo contarlo de forma impecable.
Tato Bores es el nombre artístico de este humorista argentino que encontró la clave de por qué a veces nos cuesta encontrar salida a los problemas.
“El éxito es el estado de paz y serenidad
interior alcanzado como consecuencia de la satisfacción de saber íntimamente que has hecho todo lo que estaba en tu mano para lograr el máximo de lo que
eres capaz”.
Dice Pierre de Coubertein:
“Lo esencial de la vida no es el
éxito, sino esforzarse por conseguirlo”.
Sería magnífico vivir en una sociedad madura.
Hay ciclos en los que vivimos como locos. Entramos en una
dinámica infernal en la que la apariencia nos ciega. Queremos ganar, ser ricos,
guapos, jóvenes, famosos… y en esa marabunta nos perdemos a nosotros mismos.
La esencia del deporte es “que gane el mejor”.
Cuando gana el
que más cualidades deportivas tiene, es decir, el mejor, nos representa a
todos.
Todos ganamos con él, porque hemos conseguido lo que pretendíamos, encontrar al mejor para saber hasta donde puede llegar el ser humano sin perder
su centro de equilibrio.
O dicho de otra manera, hasta donde podemos llegar sin
dejar de ser humanos.
En distintos momentos he escuchado lo que dices al final de los
partidos:
“Los dos jugamos bien. Ganamos, pero el empate hubiera sido lo más justo”
…. los jugadores “están
dentro de su realidad”.
"Ni los árbitros ni la
suerte entrenan conmigo de lunes a sábado".
Hemos
merecido tener los puntos que tenemos".
Actitudes como la tuya,
sencillamente sanas, ofrecen un terreno de juego en el que el deporte cobra
todo su sentido y con él la vida.
Esta crisis que nos duele porque ha pellizcado en carne propia, no es más que el contagio de la injusticia en la que está sumida media
humanidad.
El doping del dinero es un trampantojo con el que nos dejamos
engañar por no tener la madurez suficiente con la que valorar nuestros actos.
La sala no tiene ventanas. Como resultado luz artificial y aire acondicionado.
En esa jaula hay tres loros, además de las plantas que pueden contemplarse.
A Helio Oiticica
le diría que no comparto que sea “arte” intervenir en lo “natural” para integrar
una visión “particular”.
Lo
verdaderamente creador es la capacidad de dar una nueva perspectiva de lo
existente sin intervenir directamente en su realidad. Actuando así, el artista aporta
un nuevo escalón desde el que descubrir nuevos aspectos.
Por ejemplo Johannes
Stötter compartiendo su visión del loro en pinceladas sobre una mujer, nos comunica
su dominio del espacio
De niña, mi abuela me contaba el cuento del Lobo y los Siete Cabritillos, con las modificaciones normales que sufren las historias orales respecto de las versiones originales.
Resumiendo. El cuento decía que un lobo se comía a seis cabritillos y el séptimo lograba esconderse, para finalmente, denunciarlo. Lo encontraban dormido, le abrían la tripa, salían los pequeños y llenaban su estómago de piedras. Despierto por la sed, al inclinarse para beber se caía por el peso y moría ahogado.
Pero yo tengo otra versión para ti.
El cabritillo estaba asustado por la visita del lobo, aunque la reacción de los adultos no le tranquilizó en absoluto.
Fue al río. Vio al lobo que se estaba ahogando y le ayudó a salir echándole una cuerda y atando el extremo a un árbol.
Tardó algunos minutos en reponerse el lobo. Miró al pequeño y le preguntó qué hacía allí. Nuestro amigo le dijo: tú te alimentas de carne y yo de vegetales. Si los humanos te prohíben comernos ¿de qué vivirás?
He venido a dejar que me comas. Antes he devorado un montón de hierbas.
El lobo le miró con ternura y le confesó. Yo, como tú, en realidad, me alimento de cariño.
Gracias, amigo.
***
Gracias a personas como tú conseguiremos que el final sea feliz.
Hay momentos difíciles en los que tenemos que asumir nuestra
responsabilidad. Una vez situados en esa actitud hay que mirar al cielo.
Esta elevación es solo para que las sombras de aquellos que
eluden su responsabilidad no nos confundan y nos hagan pensar que no estamos
actuando como debemos.
Podríamos no saber qué hacer, pero lo importante es que
estamos esperando saber con todas las consecuencias.
A Rosa le gustaba ir a bailar. El tango le sentaba
bien, sus piernas se lo agradecían, realmente todo su cuerpo, y especialmente
su mente; cuando sonaban las notas musicales ella se abandonaba a sus efluvios, entonces no le dolía nada. Así
podía pasar horas y horas. Le encantaban los preparativos para ir a la milonga:
elegir peinado, maquillaje, vestido, zapatos,
todo un ritual al que se entregaba en cuerpo y alma.
El pelo no era problema, llevaba una media melenita
que le sentaba estupendamente y sin exagerar, le hacía parecer más joven, el
maquillaje nada especial un poquito de color en las mejillas y en los párpados;
la raya negra que le acentuaba la mirada y los labios rojos.
Otra cosa bien distinta era elegir el vestido, en
este punto siempre se veía nadando en un mar de dudas-no era para menos-
dependiendo de cual escogiera se sentiría más o menos cómoda o más o menos atractiva ¿el rojo con
lentejuelas? demasiado vistoso; el azul con aquel drapeado a la altura del
pecho… era bonito pero… le hacía más pechugona; con el verde parecía una
manzana y qué decir del floreado. ..Al final siempre se decidía por el discreto
negro que además de ser un color muy milonguero le estilizaba la figura, con él
se sentía más elegante y combinaba perfectamente con los zapatos plateados; el
resto de complementos sencillos: una ligera pulsera en su brazo izquierdo, un par de anillos, y
un bolso pequeño en el que a duras penas cabían las gafas y el dinero.
Sí, a Rosa, le gustaba tanguear. Se sentía ligera en
el dos por cuatro y en los brazos de su pareja, volaba y también volaba su
imaginación; aquellos compases la trasladaban
a una juventud que no había vivido en la que no faltaban las risas, las
escapadas a los lugares más bellos del mundo, la libertad de entrar y salir sin
tener que dar explicaciones.
El tango obraba el milagro de hacerla dichosa porque
ponía ritmo a su vida, nunca tuvo tantas ganas de gritar que era feliz, que la
fortuna le sonreía, que no había mejor placer que bailar y bailar el tango.
Dos menos
cuarto de la madrugada. Como cada
noche desde hace un tiempo, Sofía pega la cara a los cristales de su ventana y
piensa que si no fuera por las cuatro farolas que iluminan levemente la plaza
daría miedo estar en ella, además hoy llueve y el cielo esta negro, muy negro.
Sabe que
tiene que salir, bajar a la plazuela donde la hojarasca movida por el viento
baila su particular danza de la muerte. Mira una vez más al exterior pero sin
ver. O sí. Desde el centro de la arboleda cree ver unas sombras y se le congela
el aliento. Eso es el miedo que no le deja razonar con claridad, pero si de
algo está segura es de que él la protegerá. Se coloca el gorro que compró en el
rastro ylentamente se pone el abrigo.
Hay que taparse, la noche es fría.
Cierra
despacio la puerta de su casa, no son horas para hacer ruidos y despacio, sin
prisa, camina hacia el ascensor. Cuarenta y cinco segundos en llegar a la
entrada del edificio, nada y nadie tampoco en la glorieta.
Todo está
en silencio. Sofía se encoje en su abrigo y se apoya contra la pared del
edificio tapándose la espalda. Así, siaparece alguien por detrás, no podrá sorprenderla.
Está harta
de ser la guardiana, la niñera de él, si no fuera porque ha aprendido a
quererle y se sabe correspondida… Ella siempre se opuso a su presencia y por
eso la tacharon de egoísta, ahora no le queda más que aguantarse y esperar que
termine pronto. El frío no sabe de cariños.
Una noche
más, Sofía engancha la correa al collar que rodea la cabeza de su perro. Lo
sujeta, ya ha hecho todo, así que saca las llaves del portal, sube en el
ascensor, abre la puerta de su piso y piensa que mañana será otra noche.
Intenta caminar por esa línea del suelo. Puedes ayudarte con los brazos para mantener el equilibrio. Es fácil. La dificultad aumenta si la línea está suspendida en el espacio. Da vértigo. Los funámbulos se compensan con una pértiga.
Cuando somos pequeños caminamos a gatas. Un poco más tarde conseguimos hacerlo de pié y con este ejercicio logramos mantener la atención de quienes nos rodean. Nos prestan sus brazos para no caer y usamos su tiempo como si no tuvieran otra cosa en la que ocuparse. Así ocurre en distintas etapas de crecimiento que se cierran con la llave de “normalidad”.
Cuando se dice que las cosas funcionan con “normalidad” se entiende que hay un cierto equilibrio entre problemas y soluciones, que hemos conseguido un grado de satisfacción similar para la mayoría y que somos capaces de quejarnos dentro de un orden. Prestamos nuestra colaboración a la sociedad para conseguir entre todos una mayor calidad de vida. La idea de conseguir un “desarrollo sostenible” me parece especialmente equilibrada.
“Samsara” me ha dado pie para conversar con un amigo sobre la dificultad de encontrar el equilibrio en “la contradicción que se plantea frecuentemente entre las expectativas que otros se hacen de lo que debe ser tu comportamiento y tus propias expectativas, así como entre tus expectativas y tu comportamiento real”. (Te dejo a solas con esta reflexión).
Escribir es como cocinar, pasear, trabajar, hablar... resumiendo, es como vivir. Todos necesitamos de todo y cuando conseguimos repartirnos equilibradamente los papeles nos sale una humanidad divina. La dificultad surge cuando desafinamos y acaba en desastre. Si, además, nuestro error provoca dolor, los niveles que pueden alcanzarse en los despropósitos derivados de ello son terribles.
Sé perfectamente que las personas podemos comportarnos no como animales, sino mucho peor. Los animales se mueven de forma natural y la consecuencia de sus actos tiene coherencia. Cuando un león mata a una gacela lo hace sencillamente para comer. Si pudiera hablar diría que nosotros también matamos a las lentejas. El ser humano mueve otros niveles superiores y consecuentemente tiene otras cuentas que rendir.
Sinceramente creo en la bondad natural y no dudo en el objetivo general que todos tenemos: ser felices. Por qué resulta tan complicado es un misterio que para resolverlo se necesita paciencia búdica o inocencia.
Dibujo: Pilar Alcolea
Comer despacio es mucho más saludable que tragarnos con la comida el tiempo que deberíamos emplear en saborearla. Además, lo importante, no es lo que comemos, sino cómo, desde qué actitud. Si devoramos o incorporamos.
No podrías convencer a un león que debería dejar de comer gacelas, sobre todo porque la tierra tendría que …tuplicar su producción vegetal y esa sería la peor de las explotaciones. La naturaleza nos expulsaría con cajas destempladas.
El ser humano lleva todos los aspectos, mineral, vegetal y animal, en su naturaleza. En el mundo animal están sintetizados el vegetal y el mineral de la misma forma que el 10 es un guiño al que está recorriendo del uno al nueve. Hay que tener cuidado con lo que consideramos prescindible. Que yo no lo necesite no quiere decir que el otro tenga que prescindir.
El siete es un número curioso, pero… ¡qué número no lo es! Dices que vives siete vidas a la vez y “es curioso” que haya un Club que sea el de las Siete Gatas. También es curioso que a la resistencia que tiene el gato para mantener su independencia se le adjudiquen “siete vidas” o que el siete sea un juego de espejos (3 + 3) y lo es porque hay alguien que mira (+1). Podríamos seguir hasta el infinito encontrando coincidencias. Pero lo que resultaría al principio mágico nos llegaría a cansar hasta aburrirnos.
Todo tiene sus dosis.
Esta redonda coctelera que nos contiene a todos es capaz de combinar cualquier ingrediente y dar un resultado único. Lo único que se requiere son las proporciones justas para que el resultado se llame José Mari, Pilar, María, Jerónimo, Simón, Andrea… y tod@s los demás. Pero esas proporciones solo puede darlas, en exclusiva, José Mari, Pilar, Jerónimo, Simón, Andrea…, con lo que, aparentemente nos encontramos en el punto de partida.
No a todo el mundo le hace tanta gracia y se marean en esa pescadilla que se muerde la cola. El mareo siempre se defiende echando de sí las últimas adquisiciones y encuentra como solución el olvido. (¡Paren el mundo que me bajo!).
Y no hay que bajarse.
El caballo es el animal que mejor simboliza la pasión del ser humano. Toda esa potencia puede elegantizarse si conseguimos leer con claridad las dosis justas de libertad y bondad que equilibrarán su paso. Llevar las riendas de nuestra vida es arriesgado por feliz, ya que la felicidad siempre es conciencia de ser. Lo contrario es tener la sensación de que alguien nos lleva.
La paradoja está en que sospechamos la verdad… que no hay nadie ahí (solo estamos nosotros) y eso es lo que nos da miedo. Pero así es la vida, hermosamente compleja.
¿Cansada?
Esther, te echó en falta. Mientras nos atendía a los tanguer@s desatendía a sus gatos. (“Si estuviera aquella jovencita..”). Quise llevarle tu libro pero no pude y quedó para otra ocasión. Se rió con la coincidencia de que ella tiene siete gatas (todos los demás son gatos). Es una mujer curiosa. Sus gatos son un refugio terapéutico de la vida que bulle en ella y a la que no puede darle juego. (Quizás por eso están todos enfermos).
Lo contrario a ti. Es sorprendente la relación que tienes con la naturaleza. Parece de Perogrullo pero es tan “natural” que suena a misterio. Tú no hablas con los animales. Son ellos los que te admiten porque te pones a su nivel. No les inquietas con un lenguaje humano que no les corresponde. Siempre el que tiene más puede hacerse cargo del menor sin ofender, es decir, sin avasallar con ese exceso que por serlo dibuja esa palabreja.
Querida Andrea. Me alegra saber de ti.
Un fuerte, fuerte abrazo.
Hay un ritmo muy marcado y el
solo de un violín. Las notas están distribuidas en el pentagrama como si
estuvieran impresionadas por la historia que oyeron y quisieran contarla. Contar
es sembrar y el “re” y el “sí” se arrepienten y vuelven a su recuerdo.
La melodía sugiere atención... como
si quisiera profundizar en los hechos para encontrar una razón que justifique
tanto dolor. Contar no es vivir y para entender el relato hay que ponerse en el
lugar del otro. Solo así nace el perdón.
Perdonar no es olvidar… o podría
decirse que perdonar es olvidar la venganza. Comprender no evita el dolor pero
nos hace más fuertes. Fuertes para afrontar los problemas sin ser injustos con
los demás. Considerar a los demás como parte de nosotros mismos es un ideal
alcanzable en algún momento.