030101
Zaragoza nos despidió
compartiendo con nosotras la interrogante de un viaje inesperado.
Aprovechamos los
"pasillos" del tiempo entre vuelos para ver a la familia, y conocer
algún aeropuerto, "aeroparque", como dirían ellos.
Pasadas 26 horas desde que
salimos de casa, la entrada en Buenos Aires no pudo ser mejor. Silvia nos
recibió con la hospitalidad del propio nombre, preludio de una acogida
intemporal.
Desde su coche los primeros
contrastes. Atravesamos un barrio lleno de sueños pendientes y alguna
pesadilla, pero el final del camino, como la misma vida, terminaba en el
paraíso. Una casa (que sería la nuestra durante esos días) rodeada de
naturaleza verde, árboles, jardines, pájaros y algún habitante más que luego
nos visitaría., modificó la primera impresión de inquietud. Pero quedarle solas
en un espacio tan abierto nos preocupaba un poco.
Silvia nos dejó instalándonos,
pero poco duró este abandono, menos que la cortina entre dos tangos. Enseguida
volvió acompañada. Este intervalo parecía hecho a propósito para subrayar la
llegada de Juan, el alma de una casa que hasta entonces había estado vacía.
Juan nos guardaría día y noche, añadiendo a su seguridad un ritmo en nuestro
descontrol horario. El café del desayuno y el de regreso (no importaba la hora
que marcase el reloj) mantenía el latido cotidiano que tiene el hogar.
El recibimiento lo enriqueció
Teresa con unas exquisitas empanadas que renovaron nuestras energías y cuya
receta no llegamos a conocer.
¡Qué decir de Zaida!, la pequeña
hija de Silvia. Tan pocos años para tanta madurez.
Nos volvieron a dejaron solas un
ratito. Digo bien solas, la soledad precisa un paisaje especial y estaba
perfectamente protegida nuestra intimidad por ese excelente guardián que
compartió nuestro viaje.
El Club de Leones y el Rotary
Club tuvieron la cálida idea de invitarnos a una reunión de "familia"
y a la cena posterior cocinada por las "chicas". Una placa
conmemorativa deja constancia de su amabilidad con nosotras, además de un "corazoncito"
(un símbolo del Club) que nos hizo latir
con ellos.
Terminado el encuentro fuimos a
perdernos por Buenos Aires. Exactamente perdernos. A pesar de que no bailamos
esa noche, fueron tres horas de paseo con encanto: San Telmo, Piedras,
Corrientes, La Ideal-no vista, Casa Rosada… Café Tortoni-no visto...
El regreso a casa. La sorpresa de
volver escoltadas por una patrulla de la policía nos hizo comprobar que las
advertencias de prevención "exageradas" en su momento, se quedaban
chicas comparadas con la inseguridad equivalente a la protección recibida.
Silvia tenía compromisos al día
siguiente. Decidimos hacer el viaje solas. Remis, tren, autobús, en total dos
horas y media para recorrer los 35 kms que nos separaba de Buenos Aires. Flora
nos esperaba en su casa para comer. Después nos llevaría a la milonga Sin
Rumbo, un lugar amplio donde bailamos los primeros tangos con acento (aunque
hay quien pronuncia muy bien en Zaragoza, Córdoba, Granada, Madrid...)