(Conferencia de Antonio G.Olivares)
Además de las metáforas citadas en la introducción, hemos recogido otras definiciones que el tango da del amor agrupándolas bajo los encabezamientos de los siguientes apartados.
Domesticación de una fuerza o impulso salvaje.
En los tangos, el amor aparece a veces como una fuerza o impulso irracional y otras como algo que amansa y domestica ese impulso interior, como en el Joropo Venezolano La potranca zaina, que compara a la mujer con una potra salvaje que cae en el lazo del amor y es domesticada cuando se enamora. En muchos tangos, se enfatiza la pérdida de libertad que conlleva este proceso.
En muchos tangos, otro efecto del amor es sustituir las componentes más agresivas y dominantes de la personalidad del vividor masculino por una actitud más receptiva. Si identificamos la parte “masculina” que hay en todo ser como sus actitudes dominantes y activas y la parte “femenina” con sus actitudes receptivas, podríamos decir que el amor “feminiza” al varón dominante según muchos tangos.
Embrujo, hechizo o encantamiento con brebaje.
Otros tangos definen el amor como un embrujo, como en: Embrujado, de Maldonado y Marín o en En tus ojos de cielo, de Maderna y Rubinstein, encantamiento que a veces se provoca mediante algo como un brebaje: “¡Decí, por Dios, qué me has dao, que estoy tan cambiao!... ¡No sé más quien soy!” (Malevaje, de Discépolo y Filiberto). El embrujo a veces “aprisiona la vida”, “hace perder el rumbo del camino” o la libertad.
En algún caso, en lugar de un brebaje embriagador, se trata de un veneno: “Mozo! Sírveme en la copa rota, quiero sangrar gota a gota, el veneno de su amor” (Copa rota, de Calamaro). Alla en el bajo, de Aguilar, Massa, Magaldi y Noda, sugiere un lugar donde la mujer guarda ese veneno: “en las pupilas, guarda el veneno de la pasión”.
Luz, sol y fuego.
Otros tangos definen el amor como una “luz”, un “sol” o un “fuego” que alumbran la vida de uno, eliminando de ella el “frío”, la “oscuridad”, la “noche larga” o el “dolor” producido por el vivir. Consistente con esta metáfora, la amada se concibe en algunos tangos como un “sol” que guía la vida del amante, como en Mi diosa, de Grandis y De Caro, donde el amante es comparado con un “girasol”.
El gran riesgo es que, como dice Farolito de papel, de Garcia Jiménez y Lespes, esa luminaria se puede apagar, o quemarle a uno por exceso de brillo o bien puede traer “mucho humo y poca luz”. O bien, como en Bajo el cono de luz, de Volpes y De Angelis, esa luz puede crear espejismos mortales: “Mariposa que al querer llegar al sol, sólo encontró, la luz azul de un reflector”. O como en Embrujado, de Maldonado y Marín, donde la “hoguera del amor” atrae al amante a “inmolarse” en ella.
En algunos tangos es la “pasión” amorosa la que es identificada con el fuego que quema al amante y la “luz que lo ilumina” surge de los ojos de la amada, una luz cuya pérdida provoca en él efectos parecidos a los de la falta de una droga.
El tango En las sombras, de Meaños y Mauricio Mora, muestra cómo entender filosóficamente el amor para evitar decepciones: Como “un rayo de sol” que, como “el sol de la mañana” te alumbra y “como viene se va”.
Acuarelas: Blanca García