En
la mar, mecida por las olas, duermo.
Qué
feliz nuestro encuentro, mas “no puedes sonreír así, no debes sonreír así a
nadie”.
Desde
tu casa, sin dejarme entrar, me llamas por cien nombres distintos.
¡Cómo
me enfadas!... pero es tanta tu gracia que sigo a tu puerta.
Por
fin sales a pasear conmigo llevando de tu brazo a Cronos.
Contrariada,
como una niña pequeña, me siento a la sombra de un árbol y te dejo marchar.
Pero
tu paso elegante me hace seguirte de lejos.
Por
la noche, no permites que comparta tu lecho y salgo llorando. Pero vuelvo
enseguida a velar tu sueño.
¡Es
tan hermoso tu rostros dormido!
El
corazón de la noche me pregunta: “¿Cuándo vendrá el que te reconozca?”
Cuando
llegue, arrojará de nuestro lado a Cronos y pasearemos por todos los caminos.
Cuando
llegue, solo pronunciará mi nombre y los demás serán para él desconocidos.
Cuando
llegue será mía su casa y habrá un solo lecho.
Todo
ha quedado en silencio.
¡Tengo
miedo!
Una
suave brisa me despierta en la playa pronunciando tu nombre, ¡oh eternidad!