jueves, 2 de enero de 2025

NO HAY PRISA









Desierto:
             Atardecer, dorado, dunas
Cubo:     
             Cristal transparente. Centro del horizonte. Perspectiva derecha distorsionada.
Escalera:              
             Madera, cerca del cubo en el suelo.
Caballo:
             Salvaje. Canela. Izquierda. Llegando.
Tormenta:
             Tormenta seca. Cielo gris. El caballo asustado viene hacia mí.
Flores:   
             Imagino una rosa tras las dunas.





El cristal y el agua, dos aspectos fundamentales. La transparencia recibe la actividad solar y tiene que liberar a su huésped. Esa es la tarea del héroe, al que no le sientan bien las bridas. En esta empresa todo está contemplado y expuesto, por ello, a elementos que pueden distorsionar la visión del entorno.

     Ahogarse en las aguas nos indica que previamente se enredaron las ideas. La madre naturaleza no permite debilidades y trunca todo aquello que, naciendo de ella, pretende independizarse. Aquí todos somos iguales, dice, y el alimento que procura el padre tiene que ser para todos. 

     Pero el destino tiene otros planes, viene con luz propia y trae su espacio. Por un instante será responsable de las tinieblas. Esa es la distorsión, la lucha. Esta es la historia que cuenta ese lado derecho del cubo y que marca la profunda diferencia con el diamantino destino del cristal. La discusión entre el aspecto de ida y… He aquí la tormenta seca. No hay agua que desperdiciar, pues toda la contiene ese regalo celeste que lleva incluido el camino de retorno a uno mismo.

     Todavía no hemos llegado a la página donde está escrito nuestro nombre. No hay prisa. La eternidad espera.




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