viernes, 9 de abril de 2021

PETRA Y MI NOMBRE





Petra era una mujer en la que se detuvieron las ideas y por toda comunicación repetía, una y otra vez, el final de una frase.

Nació, como mi padre, en un pueblo de Teruel. Estaba siempre sentada con un pequeño recipiente en el que se recogían los fluidos destilados por su nariz y boca. Para que no cayese su mirada, fijaba los ojos en un punto concreto, como si fuese una muñeca de porcelana.

Por la noche, salían las mujeres "a la fresca" y hablaban. Tendría yo tres o cuatro años. Sabía de memoria un cuento y mi nombre. Una de esas noches Petra clavó sus ojos en mi juego y entró directamente en él preguntando ¿cómo te llamas?...¿cómo te llamas?..¿cómo...? De mis labios salió mi nombre asustado: María Salomé. Ella lo repitió de una manera tan mecánica que pocas veces de niña he llorado tan amargamente porque me parecía haber perdido algo.

Pasó más de un año.

Ya habría cumplido los cinco. Mi madre viajaba con cierta frecuencia a Barcelona donde vivía uno de sus hermanos. (La noche y el tren es otro hermosos recuerdo asociado). Un vagón en el que encuentras un compañero de juegos, detiene cualquier impetuoso tiempo y eso ocurrió en aquel viaje. 

Estábamos jugando y en algún momento, ante la expresión de asombro y ternura de su madre, le pregunté a ese niño hasta entonces desconocido: ¿cómo te llamas? Carlos, dijo de una forma natural. Repetí su nombre, Carlos, y recuperé el mío.

Fuimos de la mano a mirar por la ventana cómo el tiempo quería alcanzarnos.



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