Se enfadó con su madre porque ella descubrió que (cumplidos los 16) todavía jugaba con los “soldaditos” como cuando era pequeño.
Para rebajar tensiones le escribí:
Querido amigo. Me entero por la prensa del conflicto provocado por unas desafortunadas filtraciones sobre tus actividades con el ejército. No es para menos.
Entiendo perfectamente el enfado, aunque habría algunos puntos sensibles que suavizarían ese juicio sumarísimo.
Hay muchas formas de jugar, pero todas imprescindibles. Organizar batallas imaginarias o imaginar cómo las organizábamos cuando éramos pequeños, supone un cambio difícil de percibir para quien nos observa desde fuera. Y si el observatorio está colocado en el puesto de "madre" todavía el panorama se oscurece.
A quien capitanea ese puesto (tu madre) le cuesta aceptar que dentro de poco le van a sustituir en uno de los territorios que más quiere, porque eso supone renunciar al privilegio de verte en primera línea.
Tienes razón en enfadarte y ella merece un arresto. Pero, por favor, que sea en la cárcel de tu cariño.
Si es posible, a mí, extiéndeme un pase permanente en blanco para que pueda entrar y contarle lo que veo desde este observatorio que vuestra amistad me ha adjudicado.
Un marcial saludo y un abrazo.