viernes, 30 de noviembre de 2018

EL TANGO CON DARÍO

A SANTIAGO MARCO - (2010)


La tristeza es una nota que solo hay que pulsar si de fondo suena su gemela, la alegría.


Querido Santi… fue/es feliz haberte conocido.






***

martes, 27 de noviembre de 2018

MAYO DEL 98

(Zaragoza)


A Guillermo, desde Granada
Mayo-98


Érase una vez, mi querido Guille, un niño al que le crecieron los años. (Sólo los años).

Ocurrió así porque le obligaron (diremos las circunstancias) a vivir las penas de sus mayores. Tuvo que cuparse de duros trabajos y obligaciones impropias de su edad, no permitiéndole jugar. Jugar en el más amplio sentido de la palabra.

El juego es el espacio en el que el niño crece, activa todas sus potencias vitales y se desarrolla armoniosamente. Pero si no lo hace, lo único que avanza y se amontona es el tiempo.

Eso le pasó a este niño.

Los días se fueron acumulando y en un abrir y cerrar de ojos, como si fuera una broma del destino, se encontró con casi noventa años.

Veía a su alrededor niños como él, pero guapos, vitales y, sobre todo, jóvenes, y él no se reconocía en aquella fea imagen que le devolvían los espejos. Esta situación le irritaba y, peor aún, le daba miedo.

¿Alguien entendía su enfado? No.

Los demás interpretaban que era insolente, impertinente, caduco, que ya no quería participar en el emocionante juego de la vida y le dejaban solo.

Es ésta una dificil situación, y voy a dejar que el final lo cuentes tú. (También puedes ponerle nombre a ese niño).
Seguro que éste no es el último cuento que escribamos a medias.

Un especial abrazo





martes, 20 de noviembre de 2018

PAULA SE FUE EL 20 DE NOVIEMBRE DE 2006





Azabache y oro en una montura parda. El marrón profundizado por la ausencia e iluminado por la luz de su propia luz. Así eran sus ojos. Azabache y oro.

Cuando una voz, aparentemente dura e indisimuladamente tierna, le decía: ¡carbonerilla!, unas gotas de alguna oculta pena, los bañaba.

Cuando los mira un niño, por su diamantina sonrisa, se diría que estuviese viendo a Platero.

domingo, 18 de noviembre de 2018

INTERPRETANDO A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ






EL VIAJE DEFINITIVO

Corazón en el viento. 1910-1911

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ



Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;

y se quedará mi huerto, con su verde árbol,

y con su pozo blanco.



Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando,

las campanas del campanario.



Se morirán aquellos que me amaron;

y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,

mi espíritu errará, nostáljico…



Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido…

Y se quedarán los pájaros cantando.





A Juan Ramón Jiménez

(a una preocupación que no lo fue, en el fondo)



Se quiere ir y no puede.

Y deja el huerto, un canto, el pozo y un árbol

a modo de testigos de su paso

Y le parece poco.



Intenta que se vayan

los que vieron su luz

para sentir nostaljia de sí mismo

Y no le satisface



Se queda, finalmente,

haciendo que se vayan los demás

… sin hogar … sin cielo azul

Él, con su soledad, que le seguirá acompañando.



*

miércoles, 14 de noviembre de 2018

CONVERSACIONES CON VÍCTOR








¿Sabes quién era Pinzón? Seguro que tu abuelo José lo conoce.

Hace muchos, muchos años, cuando yo era niña, Pinzón era el Google de la memoria. Sabía todo lo que pasaba en nuestras casas y lo piaba a los cuatro vientos. Hizo nido en mi disco duro y de vez en cuanto me cuenta cosas. Por ejemplo:

 “Hay un niño que se llama Víctor que es un estupendo portero, pero se enfada cuando le meten un gol”.

Los enfados no sientan bien a nadie porque son una tontería.

Si un portero se enfada, lo que hace normalmente es quedarse quieto, cruzar los brazos,  bajar la cabeza y como consecuencia de esa falta de reacción pueden meterle otro gol.

Si por un gol se ha enfadado con el segundo se llena de “ira” y esto es fatal porque ese sentimiento es como un virus informático que te hace repetir el enfado como un papagayo.

No te creas que solo les pasa a los niños. ¡Qué va! Los mayores no se libran de esta epidemia y eso que se supone que tienen que dar ejemplo.

Le pregunto a Pinzón qué se puede hacer en estos casos. Me nombra al Oso Panda, a Rafa Nadal y desaparece.

Al principio me enfado porque un amigo no se puede ir cuando lo necesitas, pero entonces “Panda” aparece y le cierra la puerta a esa señora “Ira”. Luego se va.

Como un “enfado” sin “ira” no tiene fuerza me deja pensar.

               - ¿Por qué se fue “Panda”?           Porque hizo lo que tenía que hacer.
               - ¿Por qué Rafa Nadal?                 Porque juega al tenis

¡Ah! Ya entiendo.

Si Víctor cuando le marcan un gol golpea con la raqueta de su inteligencia al enfado y lo echa de la portería, no pierde su atención y defiende su terreno. Además, anima al resto del equipo para que protejan mejor su espacio.

¿Y si pierden?

Si uno pierde es porque ha ganado el otro que era mejor y de eso se trata.

En el fútbol, como en cualquier deporte, solo pierde quien se enfada.

Querido Víctor, estoy segura de que el mal humor nunca marcará en tu ánimo.


                                                                       Con mucho cariño