viernes, 30 de noviembre de 2018
martes, 27 de noviembre de 2018
MAYO DEL 98
(Zaragoza)
A Guillermo, desde Granada
Mayo-98
Érase una vez, mi querido Guille, un niño al que le crecieron los años. (Sólo los años).
Ocurrió así porque le obligaron (diremos las circunstancias) a vivir las penas de sus mayores. Tuvo que cuparse de duros trabajos y obligaciones impropias de su edad, no permitiéndole jugar. Jugar en el más amplio sentido de la palabra.
El juego es el espacio en el que el niño crece, activa todas sus potencias vitales y se desarrolla armoniosamente. Pero si no lo hace, lo único que avanza y se amontona es el tiempo.
Eso le pasó a este niño.
Los días se fueron acumulando y en un abrir y cerrar de ojos, como si fuera una broma del destino, se encontró con casi noventa años.
Veía a su alrededor niños como él, pero guapos, vitales y, sobre todo, jóvenes, y él no se reconocía en aquella fea imagen que le devolvían los espejos. Esta situación le irritaba y, peor aún, le daba miedo.
¿Alguien entendía su enfado? No.
Los demás interpretaban que era insolente, impertinente, caduco, que ya no quería participar en el emocionante juego de la vida y le dejaban solo.
Es ésta una dificil situación, y voy a dejar que el final lo cuentes tú. (También puedes ponerle nombre a ese niño).
Seguro que éste no es el último cuento que escribamos a medias.
Un especial abrazo
Mayo-98
Érase una vez, mi querido Guille, un niño al que le crecieron los años. (Sólo los años).
Ocurrió así porque le obligaron (diremos las circunstancias) a vivir las penas de sus mayores. Tuvo que cuparse de duros trabajos y obligaciones impropias de su edad, no permitiéndole jugar. Jugar en el más amplio sentido de la palabra.
El juego es el espacio en el que el niño crece, activa todas sus potencias vitales y se desarrolla armoniosamente. Pero si no lo hace, lo único que avanza y se amontona es el tiempo.
Eso le pasó a este niño.
Los días se fueron acumulando y en un abrir y cerrar de ojos, como si fuera una broma del destino, se encontró con casi noventa años.
Veía a su alrededor niños como él, pero guapos, vitales y, sobre todo, jóvenes, y él no se reconocía en aquella fea imagen que le devolvían los espejos. Esta situación le irritaba y, peor aún, le daba miedo.
¿Alguien entendía su enfado? No.
Los demás interpretaban que era insolente, impertinente, caduco, que ya no quería participar en el emocionante juego de la vida y le dejaban solo.
Es ésta una dificil situación, y voy a dejar que el final lo cuentes tú. (También puedes ponerle nombre a ese niño).
Seguro que éste no es el último cuento que escribamos a medias.
Un especial abrazo
martes, 20 de noviembre de 2018
PAULA SE FUE EL 20 DE NOVIEMBRE DE 2006
Cuando una voz, aparentemente dura e indisimuladamente tierna, le decía: ¡carbonerilla!, unas gotas de alguna oculta pena, los bañaba.
Cuando los mira un niño, por su diamantina sonrisa, se diría que estuviese viendo a Platero.
domingo, 18 de noviembre de 2018
INTERPRETANDO A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
EL
VIAJE DEFINITIVO
Corazón
en el viento. 1910-1911
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
Y
yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y
se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y
con su pozo blanco.
Todas
las tardes, el cielo será azul y plácido;
y
tocarán, como esta tarde están tocando,
las
campanas del campanario.
Se
morirán aquellos que me amaron;
y
el pueblo se hará nuevo cada año;
y
en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi
espíritu errará, nostáljico…
Y
yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco,
sin
cielo azul y plácido…
Y
se quedarán los pájaros cantando.
A Juan
Ramón Jiménez
(a una
preocupación que no lo fue, en el fondo)
Se quiere ir
y no puede.
Y deja el
huerto, un canto, el pozo y un árbol
a modo de
testigos de su paso
Y le parece
poco.
Intenta que
se vayan
los que
vieron su luz
para sentir nostaljia
de sí mismo
Y no le
satisface
Se queda,
finalmente,
haciendo que
se vayan los demás
… sin hogar
… sin cielo azul
Él, con su
soledad, que le seguirá acompañando.
*
miércoles, 14 de noviembre de 2018
CONVERSACIONES CON VÍCTOR
¿Sabes quién era Pinzón? Seguro
que tu abuelo José lo conoce.
Hace muchos, muchos años, cuando
yo era niña, Pinzón era el Google de la memoria. Sabía todo lo que pasaba en
nuestras casas y lo piaba a los cuatro vientos. Hizo nido en mi disco duro y de
vez en cuanto me cuenta cosas. Por ejemplo:
“Hay un niño que se llama Víctor que es un
estupendo portero, pero se enfada cuando le meten un gol”.
Los enfados no sientan bien a
nadie porque son una tontería.
Si un portero se enfada, lo que
hace normalmente es quedarse quieto, cruzar los brazos, bajar la cabeza y como consecuencia de esa
falta de reacción pueden meterle otro gol.
Si por un gol se ha enfadado con
el segundo se llena de “ira” y esto es fatal porque ese sentimiento es como un
virus informático que te hace repetir el enfado como un papagayo.
No te creas que solo les pasa a
los niños. ¡Qué va! Los mayores no se libran de esta epidemia y eso que se
supone que tienen que dar ejemplo.
Le pregunto a Pinzón qué se puede
hacer en estos casos. Me nombra al Oso Panda, a Rafa Nadal y desaparece.
Al principio me enfado porque un
amigo no se puede ir cuando lo necesitas, pero entonces “Panda” aparece y le
cierra la puerta a esa señora “Ira”. Luego se va.
Como un “enfado” sin “ira” no
tiene fuerza me deja pensar.
- ¿Por qué se fue “Panda”? Porque hizo lo que tenía que hacer.
- ¿Por qué Rafa Nadal? Porque juega al tenis
¡Ah! Ya
entiendo.
Si Víctor
cuando le marcan un gol golpea con la raqueta de su inteligencia al enfado y lo
echa de la portería, no pierde su atención y defiende su terreno. Además, anima
al resto del equipo para que protejan mejor su espacio.
¿Y si pierden?
Si uno pierde
es porque ha ganado el otro que era mejor y de eso se trata.
En el fútbol,
como en cualquier deporte, solo pierde quien se enfada.
Querido Víctor,
estoy segura de que el mal humor nunca marcará en tu ánimo.
Con
mucho cariño
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