En la frágil barquilla que apenas nos protege, vamos hacia esa ribera en la que una voz llama.
Es paradójico. Si la nave fuera más fuerte, tendríamos una mayor autonomía para oponernos a transitar por esas aguas de peligroso aspecto y elegiríamos un camino más fácil.
En esa regresión está el fatal canto de sirenas.
Si aceptamos esa fragilidad no queda más remedio que viajar en la propuesta que la naturaleza escribe y llegaremos al destino donde nos espera la sorpresa de encontrar lo que estábamos buscando.
Los héroes lo son por afrontar los peligros con la actitud de dar cobijo en sí a esas fuerzas desbocadas que han perdido su hogar. Al abrirles la puerta se integran en esa hospitalidad iniciando así el proceso de individuación.
Pura alquimia
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