Una velada elevada al cubo
Inmenso. Arena dorada (sepia)
Cubo:
Tamaño persona. Esquinas redondeadas. Piedra. A la derecha.
Escalera:
Piedra. Cuatro lados. Pirámide truncada. Contiene al cubo.
Caballo:
Blanco. Largas crines. Fuerte. Nervio. Movimiento. Lo recorre todo.
Tormenta:
Viento huracanado. Tormenta terrible. Soledad. Protección junto al cubo.
Al caballo le gusta
Flores:
Se convierte en un vergel después de la tormenta, árboles, caminos…
El principal elemento, la mítica escalera, nos sitúa
en el corazón de la idea. Toda la humanidad participa en esta imagen. Cuatro
niveles por los que podemos acceder a nuestro yo, que descansa en la superficie
ofrecida por esta peculiar figura. El cubo apoya su base en el final del ciclo
completando la unión en retorno. Sus cantos rodados vuelven a mostrarnos la
comunión universal, el huevo cósmico, el arquetipo. Todo lo demás (no hay más)
es desierto, la huella dorada abandonada por la divinidad a su paso.
Ahora bien, escuchando lo que cuenta el
resto del paisaje "cúbico" me encuentro con una historia humana,
demasiado humana. ¿Te suena? "Mis frutos están maduros, pero yo no estoy
maduro para mis frutos".
¿Por qué se enfada la naturaleza? (Esa
terrible tormenta que lo revuelve todo)
¿Por qué no conseguirá atraer toda la
atención ese tesoro hermafrodítico y en su lugar le distrae el eco de un
sentimiento personal? (La soledad es el espacio imprescindible que contiene al
cubo y la escalera, que (como la elegancia), no debería hacerse notar)
¿Por qué "protege" el cubo,
cuando este logro es consecuencia de haberse ofrecido el hombre sin red al
destino? (La protección es un aspecto materno que no puede prescindir del padre
terrible)
Esta es la historia del hombre, que le
lleva hacia su abismo: el horizonte infinito.
Pero siempre hay un punto de retorno.
En este vergel nacido después de la
tormenta tendremos la oportunidad de compartir, tan sólo por un minuto (ilusión
del tiempo), la ternura humana. En esta página exclusiva disfrutaremos del
auténtico héroe y "empáticamente" de nuestro mejor yo. Darío y Don
Juan, tienen la clave: "acuérdate, también, de mí".
Pero es él, Darío, quien tiene que
relatarnos esta travesía. Los amigos estamos aquí, en la puerta, esperando.
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