En el mundo de la física o las matemáticas soy una nulidad pero Poincaré se alojó en mi memoria en 1973 a partir del relato de un amigo sobre sus conversaciones en 1940 con un anciano que citaba como ejemplo esa famosa conjetura.
Hace unos pocos años leí una noticia sobre la conjetura de este matemático desde entonces soy una espectadora fiel del desarrollo de esta historia.
A través de los medios de comunicación conocí que Grigori Perelman resolvió, entre otras, la conjetura de Poincaré, aceptando solo el premio que supone haberla resuelto. Le envío mi aplauso por esa convicción oriental de la vida. “Mata la ambición, pero trabaja como los ambiciosos”.
Hace quince años, en
París, en el cementerio de Montparnasse descubrí que estaba enterrado Poincaré.
Naturalmente visité su tumba. Allí, encima de su lápida, pegado artesanalmente,
había una pequeña nota en español que decía: “Perelman demostró tu conjetura.
Eureka”.
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