viernes, 8 de marzo de 2024

LOS CUADROS DE JOSÉ CAJAL

 


No sé por dónde empezar. Son tantos los hilos que se mueven, tan cariñosos los paisajes que sugiere esta obra, que no sé por dónde empezar. 

El conjunto es sencillo. Unas vasijas, cuatro frutos, varios azulejos y un trozo de madera. 

La distribución de estas imágenes es armónica. La vasija se expresa con tanta vitalidad que reparte el protagonismo a todo el conjunto y podría decirse lo mismo de todos los elementos (incluido el marco). Ninguno se cierra en sí mismo y habla con orgullo de los otros. Se respira paz. 

Podría ser una pequeña tinaja o una jarra. Quizás un jarrón. Termina siendo todo a la vez. 

Tiene personalidad y un pequeño defecto en la base. Lo disimula ese cuenco a su lado que contiene un fruto inmaduro. Las tiernas hojas que lo acompañan denuncian su prematura separación del árbol. Encuentra su equilibro en la hospitalidad recibida. Se repite la escena en el otro extremo con las dos castañas que relatan lo mismo. Sólo la del centro es un fruto maduro y por ello sabe decir: “yo también tengo mi sombra” y pasa el testigo a la repisa. Está construida con una madera sencilla, reparada y con cicatrices. “Soy fuerte”, nos dice, “pero hace falta más vigor para jugar la partida que sugieren los azulejos donde estoy apoyada”. 

Y jugamos. 

Buscamos al autor. Cuando empezó a mover  ficha no había luz y era difícil encontrar las riendas. La imaginación es hospitalaria y para no dejar de serlo llamó a la realidad. Ya no importa que en algún momento asustase la oscuridad y se creyese en centauros. Pertenece al pasado aquel miedo a reconocer como suyo su origen. Lo fundamental es que llegó el presente con toda su alegría. 

Buscamos al autor para aplaudirle. 

Mirad su firma. Es una sinfonía.


No se esconde, subraya su obra. La reconoce suya y al hacerlo se abraza él mismo sin poder evitarlo. A través de esos dibujados ojos se le ve sonreír. 

Sonríe como yo cada vez que miro este bendito cuadro. Bendito por salud, por canto a la vida, a la suya, la del autor. Bendito por darle jaque mate a la desesperanza. 

Aplaudo. Uno más… por favor… 

                                                                                       María


jueves, 7 de marzo de 2024

JOAN MANUEL SERRAT


 



Joan Manuel Serrat

Fue sin querer... Es caprichoso el azar. No te busqué ni me viniste a buscar. Tú estabas donde no tenías que estar; y yo pasé, pasé sin querer pasar. Y me viste y te vi entre la gente que iba y venía con prisa en la tarde que anunciaba chaparrón. Tanto tiempo esperándote... Fue sin querer... Es caprichoso el azar. No te busqué ni me viniste a buscar. Yo estaba donde no tenía que estar y pasaste tú, como sin querer pasar. Pero prendió el azar semáforos carmín, detuvo el autobús y el aguacero hasta que me miraste tú. Tanto tiempo esperándote... Fue sin querer... Es caprichoso el azar. No te busqué, ni me viniste a buscar.




lunes, 4 de marzo de 2024

CONVERSACIONES CON ANTONIO G. OLIVARES - (5)

 
 
 
 
 
Una presentación casi fugaz a mediados del 2001 y unos meses más tarde parecía que siempre hubiésemos conversado.
Enero 2002
Antonio García Olivares (5)
…De ahí que esa sonrisa de Dionisos yo creo que era irónica, en contra de lo que tu piensas…
"El tango me recordó / que antes había danzado / con la Palabra" - Ojalá muchos más danzáramos con la palabra y no que la utilizamos como arma. La metáfora "una discusión es una batalla" impregna el habla occidental actual e, inevitablemente, predispone lo que hacemos cuando hablamos, porque en las metáforas hay un poder constituyente de realidad que generalmente nos pasa desapercibido. Hay que tener muchísimo cuidado, a la hora de elegir las metáforas que utilizaremos al empezar a hablar, pues están constituyendo el mundo. Lo avisaba Salinas en un bonito poema.
Así, la metáfora de la discusión como guerra está implícita en muchísimas expresiones comunes, como: "rebatí sus argumentos", "deshice su argumentación", "sus ideas tenían varios puntos débiles", etc. Como dicen Lakoff y Johnson (dos grandes teóricos de la metáfora), todo cambiaría si concibiéramos las discusiones, desacuerdos o desencuentros, en términos de danza. Las concebiríamos entonces (a las discusiones) como una sincronización, una búsqueda compartida de equilibrios, y no una pugna por la victoria o por evitar la derrota.
Hay una anécdota contada por Lakoff y Jonhson (en su bonito libro: "Metáforas de la vida cotidiana") de un estudiante iraní en EE.UU., que pensó que la metáfora implícita en la expresión inglesa "the solution of the problems" era la de un caldero con líquido burbujeante en el que se iban echando los problemas en cuestión, junto con otros reactantes (o sea, una "solución química" o alquímica), y dentro del cual, algunos de esos problemas se conseguía que precipitaran, definitiva o temporalmente, mientras otros seguían enmarañados en la mezcla disuelta. Dice Lakoff que su admiración por la profundidad de la cultura occidental disminuyó cuando se enteró de que esa no era la metáfora implícita en la expresión (sino otras de origen griego y latino).
Saludos y perdona el atrevimiento de hacer comentarios sobre algo que no necesita de ningún añadido. Sólo eran asociaciones personales que ha generado en mí. Ni por supuesto pretendía hacer un análisis completo de estilo, contenido, etc. Yo creo que la poesía no se debería de intentar analizar.
Enhorabuena y gracias por tan hermoso libro.
Antonio
Lo justo para no romper la inocencia.
Tu estudio sobre el tango (que no he terminado de leer todavía), sí que me pareció un análisis, en el sentido de que aparecía el tango "descuartizado". En "Budismo zen y psicoanálisis", un libro escrito por D.T.Suzuki y Erich Fromm, habla de lo que habitualmente se hace al analizar. Se "cadaveriza" lo observado y así nunca se llega a ver la idea en movimiento. Tu reflexión sobre "El Tango con Darío" no es un análisis, más parece una caricia que subraya exactamente lo que quería decir.
Leyéndote me parece que hubieras escrito el libro desde otro lugar en el mismo paisaje. Alrededor de estar fechas cumplirá un año que se publicó. Ha sido un hermoso regalo tu carta.
Gracias, Antonio y, por favor, vuelve a leerme otra vez.

domingo, 3 de marzo de 2024

CONVERSACIONES CON ANTONIO G. OLIVARES - (4)

 
 
 
 
Seguimos leyendo…
Una presentación casi fugaz a mediados del 2001 y unos meses más tarde parecía que siempre hubiésemos conversado.
Enero 2002
Antonio García Olivares (4)
…De ahí, yo creo, que tu libro sea de interés universal, y no sólo una experiencia particular que sólo alguien como la autora ha tenido la suerte de recibir de la fortuna y que no es extrapolable…
Pareces concebir el amor como dos libertades que se cruzan y deciden crear una nueva libertad ("El cruce", "La espera", "El boleo", "El ocho", "Los ganchos"), llegando a sospechar de esa libertad si es excesivamente mimética, como en "El espejo", ¿no? Esa libertad, me da la impresión, va unida en algunos poemas al silencio. Esto a un chino (ya sea taoísta, budista o confuciano) no le parecería nada extraño, pues como dicen muchos de sus poetas: "sólo en el silencio están todas las palabras", esto es, están todas las posibilidades contenidas en potencia, y se está en consecuencia en situación de máxima libertad; mientras que la frase pronunciada o la decisión tomada, restringen la libertad primordial en la que, simplemente, se vive en armonía con el fluir de las cosas. Hay un bonito libro de un sinólogo famoso ("Elogio de la insipidez") que habla de este concepto oriental.
La poesía "La multitud" es hermosísima y de una elegancia para la que no tengo palabras. Su estilo me resulta especialmente afín. "El reproche" y "Un enamorado" también me resultan especialmente hermosas. Al igual que "El destino". En efecto, ¿qué se puede hacer sino callar: "El destino es quien habla"! Poderosa imagen. Y también las dos poesías finales: "El final" y "La despedida": ¡Qué hermosa forma de cerrar un libro de poesía!
En respuesta (traviesamente polémica) a "Los ganchos enlazados", yo diría que en esa desorientación peligrosa es donde, a veces y en situación de absoluta embriaguez, Dionisos ha señalado a algunos humanos escogidos, mundos nuevos, mientras Apolo continuaba limitándose a adornar con guirnaldas las rectas columnas del canon de la archiadmirada Acrópolis. De ahí que esa sonrisa de Dionisos yo creo que era irónica, en contra de lo que tu piensas.
… (continuará)
…Hay una obra preciosa de Bruno Bettelheim sobre este tema..
¡¡Sí!! es irónica la sonrisa de Dionisos, pero breve. Lo justo para no romper la inocencia.
Los ganchos enlazados

Entras en mi terreno.
¡qué atrevido!
Y yo te sigo el juego
¡ay, qué ingenuo!
Nuestro paso se enlaza
¡y no te suelto!
Y tú te desorientas
¡qué peligro!
Apolo que te escucha
viene presto
y con audacia muestra
tu camino
Lo sigues,
y atrás dejas sonriendo a Dionisos
… (continuará)