Flores:
¿De dónde?
Querida amiga, es verdad, ¿de dónde?
Una manera de solucionar los problemas es tener una actitud generosa para no crearlos, pero llegar a esa madurez cuesta una vida.
Ha sido la vuestra una generación difícil como todas y los errores estaban dentro del guión. Es cierto que tú solo querías ser feliz y serlo es la principal obligación del ser humano, pero la reducción de encerrarse en uno mismo deja a los demás en la intemperie. Tiene razón ella cuando se queja de no haber tenido la madre que necesitaba. También es cierto que si la hubiera tenido (en la forma que te echa en falta) hubiera perdido la capacidad de ser responsable de sí misma.
Siempre te ha parecido que yo hablaba poco. Escuchaba. Te escuchaba lo que no sabías decirme porque había que completarlo con lo que decían las dos. Ellas no podían suspenderte en cariño porque el suyo hacia ti era tan sincero que siempre les subía la nota y te aprobaban. Y eso es lo que tú intentabas decirme, que estabas orgullosa de tus hijas porque lo que tenían era originalmente “su-yo”. Que habían sabido abrirte la puerta con una generosidad que te permitió disfrutar de esa cosecha como si fuera tuya.
Era tan tuya como mía la amistad tejida en esa relación. Tus hijas apostillarían que siempre es recíproca, como todo lo bueno y ni tú, ni yo, nos atreveremos a llevarles la contraria.
Querida amiga, en esa paz en la que ya lo has visto todo, está incluida la sonrisa que te provocaría leerme en tu paisaje.
Querida amiga…
¿De dónde?
*
Querida amiga, es verdad, ¿de dónde?
Una manera de solucionar los problemas es tener una actitud generosa para no crearlos, pero llegar a esa madurez cuesta una vida.
Ha sido la vuestra una generación difícil como todas y los errores estaban dentro del guión. Es cierto que tú solo querías ser feliz y serlo es la principal obligación del ser humano, pero la reducción de encerrarse en uno mismo deja a los demás en la intemperie. Tiene razón ella cuando se queja de no haber tenido la madre que necesitaba. También es cierto que si la hubiera tenido (en la forma que te echa en falta) hubiera perdido la capacidad de ser responsable de sí misma.
Siempre te ha parecido que yo hablaba poco. Escuchaba. Te escuchaba lo que no sabías decirme porque había que completarlo con lo que decían las dos. Ellas no podían suspenderte en cariño porque el suyo hacia ti era tan sincero que siempre les subía la nota y te aprobaban. Y eso es lo que tú intentabas decirme, que estabas orgullosa de tus hijas porque lo que tenían era originalmente “su-yo”. Que habían sabido abrirte la puerta con una generosidad que te permitió disfrutar de esa cosecha como si fuera tuya.
Era tan tuya como mía la amistad tejida en esa relación. Tus hijas apostillarían que siempre es recíproca, como todo lo bueno y ni tú, ni yo, nos atreveremos a llevarles la contraria.
Querida amiga, en esa paz en la que ya lo has visto todo, está incluida la sonrisa que te provocaría leerme en tu paisaje.
Querida amiga…
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