Igualdad de salida. Libertad de
llegada. Dos reglas fundamentales para la convivencia.
El deporte es una ritualización
de la guerra.
Primitivamente la razón la tenía el más fuerte porque era una
razón de supervivencia. La naturaleza nos lo muestra. Lo practican los
animales. Cuando están en una situación de peligro matan a sus crías débiles y
se quedan con la que tiene posibilidades de supervivencia.
Pero vamos desarrollando
capacidades y sale a la luz toda la complejidad del ser humano.
Sin negar lo
básico, proponemos otras formas de encontrar lo mejor sin dejar a nadie en el
camino.
El deporte tiene una meta: “Que
gane el mejor”
Para saber quien es el mejor
todos los que compiten tienen que jugar con las mismas reglas ya que de lo
contrario no sería posible conocer quien reúne las máximas cualidades para
representarnos. Para saber quien es el más alto tendrán que están todos en el
suelo y con el cielo por techo.
En la competición, por ejemplo
una carrera, se medirán las fuerzas originales sin ningún añadido que desvirtúe
la capacidad natural.
Sanidad y educación es el suelo
básico para la sociedad en la que apoyarse para saber con qué ciudadanos
contamos y cuáles de ellos estarán marcando la orientación de las posibilidades
que tenemos como sociedad.
Es infantil querer decidir con el
dedo aquello que solo le está permitido a lo natural. Eso debilita al ser
humano y la debilidad nos hace actuar como los animales.
Pido perdón a los animales. Ellos
actúan bien. Quienes deben comportarse
con arreglo a lo que la naturaleza depositó en su mochila son aquellos a los
que se les encomendó escribir su historia.
Pido perdón a ese papel que unas manos lo arrugaron tirándolo a la
papelera porque quien debía escribir lo que debía no supo hacerlo a la primera.