"¡Amada
mujer!"
Sintiéndome
llamada entro en tu casa, pero tu voz se trenza en el aire.
"¡Eterna
mía!"
Creyéndome
nombrada te me ofrezco, pero tus brazos ciñen el paisaje.
"¡Urna
donde dios está dormido"!
Sólo por un instante he sido la dueña de tu mirada.
¡No se puede sonreír así!
Una voz firme,
vitalmente provocadora, me increpa:
¿Qué haces aquí? ¡Vete!
Y me voy de ti.
Desde el centro de mi corazón alguien
llama:
¡María!
Y me voy de ti a Mí, despacito, para no
despertar a tu alma dormida.
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