En el tango todo es inocencia. Cualquier objetivo que
pudiera suponer su pérdida está condenado al fracaso.
Tú o yo, alguna vez,
pretendemos unir nuestro horizonte.
Pero ese momento todavía no llega.
¿Quieres independencia?,
¿que siga mi camino
para dejarte caminar por donde elijas?
Y, alguna vez,
marchando en dirección opuesta,
nuestro paso se trenza indestructiblemente.
Parece que digamos, con una sola voz,
¡esa es la libertad que quiero!
Me seduce hablar de la emoción en cualquier aspecto,
porque solo hay una manera de hacerlo: estando emocionada.
Os recordaré
este precioso aforismo de Henri Monthlerlant que dibuja exactamente la
reciprocidad en el tango.
“Se puede experimentar tanta
alegría al proporcionar placer a alguien, que se sienten ganas de darle las
gracias”.
Gracias por dejarme hablar así.
¿Alguien baila?
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