Nos pasa que proyectamos. Esperamos encontrar en el otro las piezas que nos faltan para vernos completos. Nos añoramos y como respuesta pedimos cuentas a quien no estuvo donde quisimos, en ese momento.
Si aceptásemos la soledad, ella, la soledad, nos acompañaría. Esa hospitalidad sería irresistible para que nos quisiera quien queremos.
Dejemos que sea el hado, el destino, quien marque el ritmo y seremos libres para interpretar su melodía.
Solo así podremos estar desde el principio hasta el final de
la pieza.
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