jueves, 21 de diciembre de 2023

LA AMISTAD





Zaragoza, mayo 2005


            Leo un texto sobre la amistad en el que un padre aconseja a su hijo que pruebe a sus amigos, ya que según él éstos desaparecen cuando las circunstancias se tornan difíciles.

“¿Cómo me aconsejas probarlos?

El anciano árabe le dio esta fórmula:

 “Pon en un saco un ternero muerto y partido en pedazos, de modo que el saco quede sucio de sangre por fuera, y cuando llegues a casa del amigo  dile:

            “Querido amigo, mate involuntariamente a un hombre; te suplico que lo entierres en secreto, pues nadie sospechará de ti y, en cambio, a mí podrás así salvarme”.

 “El primer amigo al que acudió le dijo:

            “Llévate ese muerto a cuestas; puesto que hiciste un mal, sufre el castigo. No entrarás en mi casa.”

            Según el relato, todos sus amigos respondieron igual, y padre e hijo dedujeron que era cierto lo que “dice un filósofo: muchos son los amigos, mientras lo son de nombre, pero pocos lo son en la necesidad”.

***


            Pienso en ese hombre muerto “involuntariamente” y en su familia. ¿A quien reclamarán?

          Imagino los rostros asombrados de esos cien amigos que se ven violentados a aceptar ese imperativo. ¿Quién les echaría una mano en los problemas derivados de ese error, si quien fue responsable se quita el “muerto”?

            Me imagino cometiendo una equivocación, provocando “involuntariamente” una muerte, haciendo daño sin querer por no saber cómo evitarlo.

            ¿A quien le pediría que asumiera lo que yo no quiero para mí? Si lo hiciera, ¿me sentiría bien?

            ¿Desde qué amistad se le puede decir a un amigo que no lo es? ¿Tenemos todos los datos para que esa sentencia contra él no sea un pre-juicio?

            Me parece más amistoso admitir que si reprocho una falta en la amistad, lo que realmente descubro es mi falta de amistad por esa queja.

            El amigo es una proyección adelantada de nuestro espacio más íntimo. Ser. Y somos en la medida que los demás pueden serlo con nosotros o también, sabiendo distanciarnos de los demás para que sean.







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