Es lógica esa preocupación por tus
padres. No venimos a este mundo con un libro de instrucciones para saber cómo
comportarnos en cada situación comprometida. Tenemos que improvisar y nos
angustiamos.
Seamos
detectives.
Si pudiéramos ordenar nuestros
sentimientos descubriríamos espacios en blanco que les corresponde llenar a los
otros y que indebidamente invadimos. He ahí el origen de alguna desazón. No
adelantarse y escuchar es una norma básica del tango aplicable al devenir
cotidiano. Saber establecer los límites entre lo que nos corresponde asumir y
la responsabilidad que debemos dejar a los demás es un arte.
“Por
mi situación no me angustiaría,
pero me angustia que el otro se angustie por
mi situación”.
Las personas mayores, pero sobre
todo nuestros padres, son un incalculable tesoro de experiencias. Unas veces
por responder correctamente a problemas de todo tipo o por haber sufrido si no
han sabido hacerlo. También son importantes los tachones que ayudan a no
repetir errores.
Seamos
consecuentes.
Disfrutemos de su compañía como son,
sin querer cambiarlos, sabiendo que es un derecho que les da la edad.
Cuidémoslos sin querer cobrarles con un reproche por hacerlo, evitando así
generales un sentimiento de culpabilidad.
Seamos buenos, porque lo que hacemos-somos
y la vida es un boomerang.
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