Domingo, 11 de noviembre de 2007
ADOR nos
invitó a compartir el “Día del Socio” y agradecimos su hospitalidad bailando.
Empezamos el
día con un desayuno en La Venta del Barro, lugar que para muchos de nosotros ya
es familiar. El destino era Castellote, municipio del Maestrazgo por el que
pasearon los dinosaurios.
Llegamos
pronto y aunque no conocíamos a los organizadores nos identificaron enseguida.
QUINCE tanguer@s admirando ese precioso pueblo no pasan desapercibidas y así,
en plena calle, intercambiamos saludos y abrazos.
Repetición suena a ritmo y aunque ya habíamos
saciado el apetito mañanero, nos tentaron los castellotanos con el ofrecimiento
de probar sus productos típicos, cosa que aceptamos con moderación, no porque
tuviésemos remilgos, sino para dejar espacio a la comida.
En Castellote
existe un Torreón dedicado a mostrar una parte de la historia que en la Edad
Media dejaron los Templarios y allí fuimos en bloque. Al salir nos separamos.
Unos buscaban lo inmediato (un café) y lo encontraron. Otros quisimos ascender
a las alturas sin avisar. Consecuencia de esta imprevisión encontramos las
puertas del castillo cerradas y como somos personas con recursos nos apuntamos
a la primera opción.
De nuevo todos
juntos oímos la palabra “vermú” y la hicimos nuestra. Que pudiéramos
disfrutarlo en terraza hay que agradecérselo a San Martín, a su veranillo. Allí
entre risas (siempre respetuosas) por el nombre del bar que nos acogía (La Tía
Pindorra) olvidamos el mal sabor que nos dejó (sobre todo al Presi) no haber
podido visitar la subsede del parque temático Dinópolis y concretamente el
“bosque pétreo”, debido a que quienes estaban encargados de mostrarlo estaban
en comisión de servicio y no habíamos anunciado nuestra visita.
A las 14,30 en
punto, la comida. Sentadas a la mesa estaban más de 80 personas (el 10% de sus
habitantes) decididas a dar buena cuenta del exquisito menú que no repetiré
para no dar envidia a quienes esto lean. El postre éramos nosotros.
Después del café
tuvimos tiempo para vestirnos de fiesta en dos habitaciones (una rosa y otra
azul) ofrecidas por la organización y puestas a nuestra disposición por el
Hostal Castellote a quien agradecemos el detalle.
Finalmente
bailamos. A partir de ahí, lo de siempre. Emoción y sorpresa por la emoción.
Contagiamos y los espectadores dejaron de serlo para salir a la pista animados
por un dicharachero Eugenio.
Nos despedimos
con la promesa de volver y se quedó en el tintero una letra de tango escrita
entre todos que sugeriremos pase a formar parte de esas cortinas en vivo que
alguna vez nos hemos regalado. ....
QUINCE es un
bonito número. El dieciséis es Marcial/Orlando.
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