Enfadarse es infantil y siéndolo perderemos de vista (aunque solo sea
por un momento) a ese "niño" que llevamos dentro.
"Ciegos" nos "vemos" desvalidos y protestamos como
niños abandonados.
La vida es un hermoso jeroglífico, un mosaico de espacios, donde se nos
ofrece jugar a encontrarnos.
A primera vista es simple y como para el esfuerzo de mirar dos veces no
estamos preparados, se nos complica todo.
No importa. El tiempo es generoso.
Si hacemos como Baubo a Démeter, o sea, conseguimos que Cronos se ría
con nosotros, dejará que "pasemos" de él y solo entonces resultará
evidente que aquellos renglones sólo estaban torcidos antes de contemplarlos.
Esa caricia de la conciencia
levantará la mano del destino. Al dueño de ese dedo habrá que darle un beso por
jugar con nosotros a ser de nuevo niños.
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