José C. Paz
12
diciembre 2000
Café con sabor de adiós
Te marchas…
¿Un café?
El silencio puede dibujarse con unos puntos suspensivos. Es el preludio de algo que va a ocurrir. La tierra del misterio, la inocencia.
Déjame, pasear por tu nombre.
No me fui, me alojé inesperadamente. En ese corto espacio de tiempo pintaste el azul de mis ojos, la ternura te descubrió a ti (he ahí la sorpresa) y conversamos.
Es relativamente fácil luchar con la naturaleza, sólo hay que conocer sus códigos. Pero ¿cómo enfrentarse al misterio de uno mismo? La batalla más dura se libra en el corazón del hombre y en esa guerra sí que es necesario un guardián dispuesto a soportar los mayores desafíos. Un vigilante protector de esos aspectos desconocidos que surgen, a veces, sin que podamos controlarlos.
¿Por qué miedo al espejo?
Mira, la vida está llena de respuestas y nos reta a encontrar la pregunta adecuada. Es como si bailase con nosotros el mejor de los tangos.
Mira, ¿no ves lo que yo veo?
Un hombre generoso, lleno de ternura, que se resiste a dejar de ser niño.
Amigo mío, mira.
Mírate en mis ojos.
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