martes, 24 de diciembre de 2024

LA PARTIDA DE AJEDREZ










Desierto:
Arena con dunas
Cubo:  
       Metalizado. Acero inoxidable.  1m. arista. Primer plano. Apoyado en la arena.
Escalera:  
       De mano. Metálica. 2m. de altura. Pocos peldaños.  Encajada en el suelo. Vertical. Cerca del cubo.
Caballo:
       Blanco. Crines abundantes. Quieto, a cierta distancia. Segundo plano. Entre el horizonte y la escalera. Quieto. mirando hacia el primer plano.
Tormenta:
       De arena. A lo lejos, sobre el horizonte.
Flores:
       No hay


Qué extraña esta partida de ajedrez.

Nos habla de aquel rey que debía y no pudo pagar, por esa lógica de no saber contar.

Qué extraño recorrido el de un grano de trigo en un tablero.

Misterioso el destino que parece que habla y solo mira.

Y nos mira diciendo que hay que ganarle la partida al tiempo.



El tiempo objetivo, sucesión matemática de días y años, marcados por los movimientos de rotación y traslación de la Tierra, transcurre inexorable, indiferente a lo que hagan los humanos. No juega al ajedrez.

     El tiempo subjetivo, el de la experiencia individual, acomoda su paso al devenir de la conciencia, se estira y se encoge a la medida del yo y sus impulsos vitales. Jugar contra él es jugar contra sí mismo.

     El destino es como los dioses de Epicuro: no existen y, si existieran, no se ocuparían de los hombres. El destino no habla, ni siquiera mira.

     A no ser que el destino sea la habilidad del yo para llevar a cabo sus proyectos. En ese caso es uno mismo el que se mira y se dice que hay que ganarle la partida al tiempo, es decir, a sí mismo.

     Oír el silencio es oír la voz interior. Y esa voz interior, alertada por María, dice que uno mismo es el jugador, el rival, el tablero y la partida.

     ¿Tan extraña resulta?

                                                        

***

     No lo era, pero volvemos a encontrarnos en el punto de partida. Preguntar lo que estaba ya resuelto ("extraño es extranjero y no lo somos, diremos, pues, misterio") nos coloca de nuevo en la salida. Pero acepto que exista un camino mejor para ver totalmente ese paisaje que desde esa conclusión ("oír el silencio es oír...)  nos es tan conocido.


LIBRERÍA LA PANTERA ROSA

Calle San Vicente de Paúl, 28

50001 Zaragoza

 

 





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