Desierto:
Mucha arena. Un río que desemboca en el mar. Muchas dunas. Zona montañosa. Un cono de vegetación. Oasis. Mucho calor. Contraste, mucho contraste. Inmensidad.
Cubo:
De piedra. Está introducido en la arena. Cierta inclinación. "Espetado". Sólido. Bastante grande. Para verlo todo hay que rodearlo. En zona montañosa, árida.
Escalera:
De piedra. Muy ancha, más que el cubo. Como un bucle ascendente. Sube la ladera de una montaña. A un lado una pared de piedra. al otro el vacío.
Caballo:
Blanco. Suelto, sin aparejo. En la zona del río, entre montañas. En una cavidad, una cueva. Tranquilo. Bien lucido.
Tormenta:
Muy a lo lejos. En la línea del horizonte, al fondo. Una tormenta marina, una galerna. Aparato eléctrico. No afecta al desierto. Le añade aire, viento, frescura.
Flores:
Blancas entre los juntos. Pequeñas sobre la montaña, en la zona sombría. Azules muy abundantes
Eso
no es un desierto, sino un completo paisaje que lo incluye.
Hacía tanto tiempo que Hércules esperaba la
manzana, que este mundo fue espetado sin contemplaciones en cuanto Atlas le
acercó aquel dorado fruto. Desde entonces parece todo traslocado.
Ahora es una pesadez recorrer este páramo y
al momento las notas de un violín envuelven la aridez y la trasladan fuera,
dejando el clima cálido, perfecto, para nacer de nuevo.
Agobiados hoy por problemas (que lo son por
mirarlos con lupa), podemos ser mañana tan ligeros como el color azul del
pensamiento.
Es este un corazón tan lleno de contrastes,
que sólo un hábil narrador lograría no dejarse nada en el tintero.
¿Nos atrevemos?
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