lunes, 30 de diciembre de 2024

MI MADRE





Una velada elevada al cubo

Desierto: 
      Llanura enorme. Llamas. Saharahuis con turbantes corriendo. Tienen sed y van a beber agua.
Cubo
      (1m x 1m) Madera blanca y está sobre un pilar, porque si no no se vería. Al comienzo del desierto, donde hay ruinas romanas y todo eso...
Escalera:  
      Al otro lado de la columna. Hay caballetes y muebles. La veo allí, blanca y de madera.
Caballo:
      Rojizo, tirando a marrón. Está parado con un caballista a tiempo de montarse. Hay gente por allí y está entre el cubo y la escalera.
Tormenta:
      Está todo en calma.
Flores:
      Hay un puesto de cosas antiguas, gente... hay muchas flores raras y silvestres.





     Tenemos sensación de estar siempre velando. El desierto y nosotras somos incompatibles. Garantizado el alimento por los siglos, en la maleta llevamos un oasis. Sabemos contarle a la tormenta un cuento para que no haga ruido y así no despertar a quien descansa. Sin duda, somos hospitalarias.
     Pero miremos más al fondo en esta "vela". Nos llama la atención que alguien nos llama (con tanta gente resultará difícil encontrarse). Le seguimos la pista a esa voz conocida que late y tararea sin que dé con el ritmo. (No "damos", no encontramos, porque miramos fuera).
     Dejemos que se acerque.
     Mas tarde o más temprano descubriremos ser nosotras quien pronunciamos:  ¡Julia!.
    
***




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Calle San Vicente de Paúl, 28

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domingo, 29 de diciembre de 2024

LEDA









Desierto:
Arena dorada.
Cubo:            
        Plateado, grande, en el centro.
Escalera:              
        A la derecha, al lado del cubo.
Caballo:
        Plateado, corriendo.
Tormenta:
        De arena, con viento.
Flores:   
        Ninguna





Pensamos en todos y por eso es el nuestro un hogar confortable. Jugamos bien las partidas difíciles. Si perdemos, pronto recuperamos el estímulo para afrontar de nuevo lo que venga.

Llueve

     Zeus está enfadado. Leda se distrajo y no llegará a su hora. Se le ocurre al hilo conductor (director supremo) que los hombres repitan, a modo de estribillo, su rutina, esperando que ella se incorpore.

Llueve de distinta manera

     Sustituir a Leda sería para nosotras ¿un sueño o una pesadilla?


***

Te explico algo más sobre ese paisaje.

 

Cada elemento tiene un significado.

 

El Desierto:       Panorama vital.

El Cubo:            El yo

La Escalera:       La amistad, el aspecto espiritual.

El Caballo:        El amante, el aspecto erótico

La Tormenta:     Las dificultades cotidianas, problemas, conflictos, etc.

Las Flores:         Hijos, realizaciones…

 

Conocido esto puedes hacer una interpretación tú misma, teniendo en cuenta que para hacerla con profundidad con esos mimbres no se puede.

     Lo que escribo es una canción mía recogiendo las notas que tan amablemente compartes conmigo. Te amplío un poco la partitura.

     La plata es un elemento vinculado a lo femenino, conservador por naturaleza. Seleccionar al mejor, corresponde al aspecto masculino (oro). Las sociedades matriarcales han funcionado muy bien a costa de sacrificar lo individual. Pero los sacrificios no son buenos. Conseguir el equilibrio entre los dos opuestos es fundamental.

Tenemos ese elemento en la arena dorada.  La historia que te cuento la conocerás. Se trata del mito de Zeus quien fecundó a Leda bajo la forma de lluvia dorada. (Es más conocida la transformación de Zeus en cisne). Introduzco una versión absolutamente libre que los dioses sabrán perdonarme, haciéndoles aparecer en un teatro representándose a sí mismos, incordiados por ese elemento tan humano que es el tiempo.

 

Están todos los ingredientes necesarios para que tomemos ese cóctel cuando nos apetezca.

 

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sábado, 28 de diciembre de 2024

LA SUERTE

 






Desierto:
        Árido y solitario. Un cactus. Puesta de sol. Una serpiente. Un camello. Un tuareg. Cielo muy azul.
Cubo:
       Cristal de colores. Muy grande. Flotando en el aire y girando.
Escalera
       Madera. Muy alta. Pasamanos muy repujado. Nada al final.
Caballo:
       Mi pasión. Yo me convertiría en caballo. Símbolo de libertad. Negro. Majestuoso.
Tormenta:
       No me gustan. Oscuridad. Miedo. Rayos, truenos y relámpagos. Fuego. Viento.
Flores:  
       Jardín con muchas flores. Pájaros. Una niña corriendo. Un camino del que no se ve el final.










"La suerte está echada"

     Un poco mareadas por este cóctel al que la vida invita, hemos quedado mudas y con gestos, contamos nuestra historia. Pedimos (hoy casi suplicamos) que nos dejen las riendas, para rogar al final que no nos hagan caso. ¡Si pudiéramos dar, ofrecer, como una vez leímos en Darío!:
"Yo doy mi pan a los amigos. Luego vuelvo la mano vacía hacia mi propia alma, ocultando la pena de tu ausencia".

     La pasión ilumina. Hay vida al otro lado. Pronto llegará una carta confirmando todo lo que nos deben. Es sencillo recibir el tesoro. Con poner el remite caerá del espejo ese tupido velo que oculta nuestra imagen.
                            Estamos esperamos con los brazos abiertos.
                           
***



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viernes, 27 de diciembre de 2024

LA PROVOCACIÓN





Desierto:
                Plano, sin límites. Algún cactus lejano. Suelo denso. Ni una nube. Sol aplacador. Algún insecto.

Cubo:
                Medio metro de lado. Acero inoxidable. Mate. Macizo. Más pesado que el acero. Clavado por un vértice asimétricamente. Esto me molesta. Preferiría que estuviese plano. También me incomoda el polvo que tiene.

Escalera:
         De acero inoxidable brillante. De un cuerpo. Plana. En el suelo. Desde donde está no puedo ver el cubo. Es de perfiles huecos, soldados. Inmaculada su terminación. Escalones redondos, de unos setenta cms. De ancho y tres mts. De altura. No se mueve fácil. Me pregunto si en su prolongación tocaría el cubo.

Caballo:
         Sentado veo que viene. No sé si me ve o no. No sabe dónde está. Está tranquilo. Color pardo oscuro. Tiene espumilla en la boca. De aspecto vulgar, lo contemplo con pasividad. No me emociona. Veo las huellas. Me olvido.

Tormenta:
         Al lado de la escalera. El viento no es fuerte, pero mueve la arena fina. Me protejo los ojos y las narices. Me molesta bastante el choque de la arena en mis brazos. La escalera desaparece debajo de la arena.

Flores: 
         Salen del cactus. Parecidas a las margaritas rojas. No son más de dos. Lozanas, verdes, bonitas, casi inverosímiles, desafiantes. Disfruto contemplándolas.


***



“Cuando el dedo señala la luna, quien no sabe mira el dedo”

     No caeremos en esa trampa.

 Sobredimensionamos los problemas y por ello nos protegimos tanto que no oímos su voz cuando pasaba.
 Para compensar queremos que nos vean desde un punto imposible de mirar con otros ojos que no sean los nuestros.

     ¡Hasta cuándo dejaremos de ser, para que sean otros!

¿Ves la luna?

     Aceptamos la provocación y disfrutamos.

¡No parecía que estuvieses tan cerca!




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jueves, 26 de diciembre de 2024

LA PRENDA (2)




Una pequeña prenda, hallada en el camino, nos habla de su dueña. En la mano no pesa ni se arruga (acepta el desafío). En el cuerpo, distingue a quien lo lleva, pues no es corriente el hilo que incorpora y menos hallar manos expertas que lo sepan tratar. En el rostro,  protege y acaricia. Inquieta la huella de una lágrima. Al oído, como una caracola, nos susurra la música de esta historia a la que hemos puesto letra.

(Le decía a su amado): "Abandonamos un confortable hogar al que siempre podemos regresar. Generaciones enteras no pudieron reunir todos los pedazos de ese mapa, hoy en nuestro poder. Vamos bien equipados para cualquier percance. Cada chakra estaría dispuesto a abrirse en el momento justo. Sabemos dónde no hay que mirar.

¿Por qué ese halo de pena que mantiene alejado...? ¿A quién aleja?

No importa. Me callo. Observa. Tuyo es el tiempo que puedes derrochar y la tijera. Seré una flor silente que te mire y sólo podré ser si tu me piensas.

¿Un secreto?

 Eternidad,  solo puedo existir en esa idea.



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LA PRENDA (1)






Una velada elevada al cubo



Intento describir mi desierto e irresistiblemente se me viene a la mente la sobrecogedora descripción que hizo Sábato en el final del Informe sobre ciegos, de Sobre héroes y tumbas, una curiosa y extraña metáfora sobre el mal. Lo voy a escribir por si no lo conocieras y así lo exorcizo de mi cabeza (escribo de memoria).

Tras perderse, huyendo de los ciegos, en las grutas subterráneas en las que se filtraban las aguas que corrían por las cloacas de Buenos aires, alcanza una inmensa llanura subterránea, en el fondo de la cual divisa a duras penas una lejanísima ciudad amurallada, en cuyo centro sobresale una especie de ídolo altísimo de piedra, de cuya boca emanaba una especie de luz fosforescente que pulsa lentamente. Y entre él y la ciudad, en una extensión de tres días de distancia ve lo siguiente:

Creo recordar un húmedo y turbulento paisaje de aquellos que imaginamos en periodos arcaicos de nuestro planeta, entre grandes helechos. Una luna turbia y radiactiva iluminaba un mar de sangre que lamía playas amarillentas. Y más allá de esas playas se extendían inmensos pantanos, en los que flotaban aquellas mismas Victorias Regias que había visto en mi otro sueño.

                Como un centauro en celo corrí, por aquellos arenales ardientes, hacia una mujer de piel negra y ojos violetas que me esperaba aullando hacia la luna. Todavía veo su boca y su sexo abiertos y sangrantemente rojos. Entré con furia en esa deidad y entonces sentí que era un volcán de carne hirviente, cuyas fauces me devoraban, y cuyas entrañas llegaban al centro de la tierra. Todavía sus fauces estaban chorreando mi sangre cuando esperaban, aullando, un nuevo ataque. Como un unicornio lúbrico corrí por los arenales ardientes hacia la mujer de piel negra y ojos violetas que me esperaba aullando hacia la luna. Nuevamente sentí que era un volcán de carne, cuyas fauces me devoraban y cuyas entrañas, llameantes, llegaban al centro de la tierra. Y  todavía estaban sus fauces chorreando mi sangre cuando ya me precipitaba nuevamente sobre ella.

                Fui entonces sátiro gigante, rata fálica, serpiente que recorría las arenas sigilosas y eléctricas (...) Y siempre para ser devorado (...) Hasta que se desencadenó una espantosa tormenta... Entre fuertes relámpagos, miles de seres se mezclaban conmigo en medio de la lluvia de sangre. Miembros sueltos, fetos y abortos (...) En medio de la confusión, entre oscuros clamores, temblaba todo aquel escenario arcaico, azotado por la tempestad, furiosamente barrido por el huracán de sangre...Hasta que la funesta luna radiactiva estalló como un fuego de artificio. Pedazos, como chispas cósmicas, se precipitaron incendiándolo todo a su paso (...)

Un poco exagerada e impudorosa, espero que no te haya molestado. Pero en cualquier caso, la imagen es sorprendente y sobrecogedora.

Comparado con esto, mi visión es desde luego casi aburrida:

Un desierto liso y profundo, turbulento pero por el que se puede andar. Hacia el horizonte de poniente, el suelo se pliega formando líneas de montañas. Se adivinan pasos ascendentes entre picos. Duro, áspero y extremo, no es un lugar para dormirse, pero te obliga a mantener la atención, y entonces, si la mantienes, se convierte en un lugar tratable como otros, incluso entrañable, por su misterio y su belleza solitaria. Muy iluminado, el cielo es azul profundo y hay grandes contrastes entre las luces y las sombras. Los colores varían entre el amarillo siena a los rojos naranjas, de los que hay grandes vetas. Algunos  matorrales pequeños y retorcidos surgen de las grietas del terreno. Algunas arañas e insectos se esconden a veces a nuestro paso. Alrededor de los picos lejanos, se forman anillos de nubes. El cielo está limpio. Hay marcas en el suelo de antiguas caravanas, que se alejan hacia el paso lejano.

El cubo es un oscuro bloque de basalto que se ha desprendido de antiguas emanaciones volcánicas. En medio de la llanura, algo enterrado por su base, me gustaría que fuese rojo oscuro, con manchas negras polvorientas del basalto, pero inevitablemente, la profunda oscuridad del basalto se impone en casi todas sus caras. De unos diez metros de altura y pesadísimo (el basalto es dos veces y media más pesado que le granito), ha resistido las tormentas de arena durante milenios, y seguirá ahí mil años después que todos nosotros.

Gentes desconocidas o, quien sabe, quizás un antiguo ermitaño, ha excavado peldaños rudimentarios sobre su superficie, para subir arriba y habitarlo, quizás para avistar bandoleros en la distancia, o quizás para meditar mirando los pasos de montaña.

Un caballo aparece en lo lejano, evitando las zonas arenosas. Es rojizo también, como un hijo de la tierra. Crispado por la falta de verde, confía sin embargo en quien lo lleva. Nunca hubiera venido solo a ese lugar, como ningún animal que no sea un hombre. Pero el que lo guía tiene una voluntad muy fuerte. Y en compañía mutua, ambos hace tiempo que dejaron de temer los viajes. Pasarán cerca de la mole de basalto. El caballo guarda en su cuerpo la memoria de todas las distancias del desierto. A veces también sueña, y son sueños mucho más corporales que los del dueño que le guía.

Cuando el viento se levanta, lo hace en todo el frente, en un tsunami de aire y polvo.

No es polvo sino arena lo que vuela bajo y nos golpea. A nuestros pies , ruedan insectos y piedras pequeñas de granito. Un leve manto de arcilla lejana va cubriéndonos sin prisa. Casi es mejor dejarse enterrar, salvo la boca y los ojos.

Es como una lluvia intensa a la que es inútil oponerse. La avalancha pasará y, mientras tanto, es mejor sentir los granos bañando hasta los huecos más íntimos del cuerpo. 

Mis ojos y mi boca no soportan tanta intimidad, y buscan la alianza de los tejidos de algodón que me cubren: Las mismas fibras que fueron arrojadas por una flor, para que volaran con el viento. El algodón conoce bien al viento y a la lluvia y también conoce bien a los humanos. Y traduce los unos a los otros.

Voy haciéndome un hueco interior en la duna que se forma en torno mío, para no perder los brazos y las piernas. Sin ellos, el desierto dejaría de ser un lugar de paso para mí; y quedarse en él, es hacerlo para siempre.

Me pregunto, ¿cómo no hay una duna de arena tras el bloque de basalto? Quizás el viento sea un viajero sin preferencias, al contrario que nosotros.

Las flores van conmigo, o esperan en semillas sepultadas a que aparezca el agua, dormidas durante años. Son la voluntad de atraer que no es consciente de que quiere. Por eso su hermosura es doble y difícil de refutar. Algunas personas son como flores.

Pocas flores son como personas. Y los insectos son como personas, pues aman las flores y los olores y los colores.

El recuerdo verdadero más antiguos que tengo de mi infancia (no el recuerdo de que recordé, o el falso recuerdo que surge de una foto tuya, sino una auténtica imagen desde dentro) es el de un montículo de suelo cubierto de hierba verde, del que salían decenas de margaritas iluminadas por un sol brillante, en un huerto que tuvo la casa de mis padres en Huelva hasta que yo tuve 4 años. Yo debía de tener tres o quizás cuatro años. Sólo tengo otros dos recuerdos más que sean tan antiguos como ese. En todos ellos aparece el intensísimo sol de la mañana andaluza. En todos ellos estoy descubriendo algo nuevo. Y el recuerdo citado es el primero en el que soy consciente y así lo recuerdo, del estado de felicidad. Era una felicidad sin connotaciones de ninguna clase, casi prosaica en su serenidad. Con el aire y la luz entrando por las oquedades de mi cuerpo y bañando las fosas nasales, los oídos, la garganta, los pliegues de las articulaciones y los ojos. La paz era completa y ese cuerpo pequeño que era yo estaba sentado sobre el trono de la existencia. Tras ese recuerdo, comprenderás que las flores forman parte de los aliados que acompañan mi vida, y por ello tengo el deber de protegerlas y no me atrevería a decir nada que pueda dañar su reputación.

Las flores te llaman a gritos a través de los sentidos, sin que se entienda nunca completamente qué es lo que quieren decirte exactamente. Steve Wonder también lo cree así y adelanta la teoría de que "sus hojas son antenas dirigidas hacia las estrellas". Pudiera ser, aunque no estoy seguro.

El único peligro que les veo a las flores es el de ser tan llamativas: La llamada te agarra tan fuertemente que puedes quedarte pegado a ella, sin comprender que están señalando a otro sitio, como el dedo que señala a la luna. Y que señalan a otro lugar es algo de lo que estoy casi seguro. Pero es un lugar que aún no he encontrado, como la antigua ciudad de Shambala, situada "hacia el sol del Gran Oeste".

Otra cosa que me produce una ligera desconfianza es su éxito tan desproporcionado: desde que aparecieron, todas las plantas vivas han echado flores! Salvo las coníferas, que no han conseguido seducir a los insectos y siguen confiando en sus semillas llevadas por el viento. Pero las coníferas sólo abundan en climas donde no hay insectos. Y tal capacidad de seducción (sobre las otras plantas, sobre todos los insectos, sobre todos los humanos...) me parece un poquitín impudorosa y descocada. Pero quizás es que yo tengo un poco de prevención, injustificada en este caso, contra lo impudoroso.

Un antropólogo conocido, no recuerdo ahora quién, decía en una entrevista que su  lugar favorito para retirarse a vivir sería uno donde viviese gente tranquila que amasen las flores. Algo tienen las flores desde luego.

*

martes, 24 de diciembre de 2024

LA PARTIDA DE AJEDREZ










Desierto:
Arena con dunas
Cubo:  
       Metalizado. Acero inoxidable.  1m. arista. Primer plano. Apoyado en la arena.
Escalera:  
       De mano. Metálica. 2m. de altura. Pocos peldaños.  Encajada en el suelo. Vertical. Cerca del cubo.
Caballo:
       Blanco. Crines abundantes. Quieto, a cierta distancia. Segundo plano. Entre el horizonte y la escalera. Quieto. mirando hacia el primer plano.
Tormenta:
       De arena. A lo lejos, sobre el horizonte.
Flores:
       No hay


Qué extraña esta partida de ajedrez.

Nos habla de aquel rey que debía y no pudo pagar, por esa lógica de no saber contar.

Qué extraño recorrido el de un grano de trigo en un tablero.

Misterioso el destino que parece que habla y solo mira.

Y nos mira diciendo que hay que ganarle la partida al tiempo.



El tiempo objetivo, sucesión matemática de días y años, marcados por los movimientos de rotación y traslación de la Tierra, transcurre inexorable, indiferente a lo que hagan los humanos. No juega al ajedrez.

     El tiempo subjetivo, el de la experiencia individual, acomoda su paso al devenir de la conciencia, se estira y se encoge a la medida del yo y sus impulsos vitales. Jugar contra él es jugar contra sí mismo.

     El destino es como los dioses de Epicuro: no existen y, si existieran, no se ocuparían de los hombres. El destino no habla, ni siquiera mira.

     A no ser que el destino sea la habilidad del yo para llevar a cabo sus proyectos. En ese caso es uno mismo el que se mira y se dice que hay que ganarle la partida al tiempo, es decir, a sí mismo.

     Oír el silencio es oír la voz interior. Y esa voz interior, alertada por María, dice que uno mismo es el jugador, el rival, el tablero y la partida.

     ¿Tan extraña resulta?

                                                        

***

     No lo era, pero volvemos a encontrarnos en el punto de partida. Preguntar lo que estaba ya resuelto ("extraño es extranjero y no lo somos, diremos, pues, misterio") nos coloca de nuevo en la salida. Pero acepto que exista un camino mejor para ver totalmente ese paisaje que desde esa conclusión ("oír el silencio es oír...)  nos es tan conocido.


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lunes, 23 de diciembre de 2024

LA PEREZA




Desierto: Con mucha arena. Grandes dunas, cálido. No hay vegetación. Veo insectos, escarabajos y otros animales, que cruzan y se miran y se van cómplices.

Cubo: De plata, brillante por el reflejo del sol. No muy grande, mitad tapado por la arena.

Escalera: Mecánica, como la de un metro, van andando y se van encontrando las cosas.

Caballo: Blanco, quieto, un solo movimiento con las patas delanteras.

Tormenta: Fuerte, excitante, bonita, importante, necesaria, mucha lluvia.

Flores: No veo flores, pero sí un oasis, pero no llego a él, no lo veo, sólo sé que existe.

*

Amenaza la reina con comerse al caballo y no hay nadie que pueda sustituirle en nuestro paisaje.

Dice verdad Oriente cuando enseña a cruzar el río sin mojarnos. También es correcta esa actitud silente que evita encadenar un paso con el otro…

¡Pero algo tendremos que hacer! ¿Recuperar la iniciativa?

Quizás ese "no pasar" no prohibe sino advierte.

"No pases de ti".



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***/***

domingo, 22 de diciembre de 2024

LA OREJA










Desierto:    
                            Dunas. Arena suave. Fresquita al amanecer. Sol saliendo.
Cubo:            
                            Transparente. Metacrilato. De cristal. Colocado sobre un vértice guardando el equilibrio.
Escalera:              
                            De caracol. Recta y apoyada en el cubo. De madera rústica. Contraposición al cristal. Fuerte, resistente.
Caballo:
                            Negro. Precioso, estupendísimo. Galopando. Crines al viento. Elegante.
Tormenta:
                            Rayos y truenos. Mucha electricidad.
Flores:   
                         Pintadas de acuarela. Hojas grandes y caídas. Suaves. Un cuadro.



*

 
     Con nosotras Van Gogh habría estado acompañado y mantendría la oreja en su sitio.

 No hablamos de “oído”. Sabemos la importancia que tiene lo que hacemos, aunque de vez en cuando nos sorprenda un aplauso.

     El asombro sería completo descubriendo cómo nace la alegría en nuestras manos.

*


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sábado, 21 de diciembre de 2024

LA NANA









Desierto:
     Cadena de dunas. Oasis. Camellos, hombres y mujeres. Llanura inmensa. Pozo.
Cubo:
      Material noble (madera, mármol, granito). Macizo. Base soportando algo. Marrón claro. En el suelo. En el centro. Se ve todo el cubo.
Escalera:
      Caracol. Madera y hierro. Dos plantas, dos colores negro/claro.
Caballo:
      Manada de burros de colores distintos. Comportamiento indiferente.
Tormenta:
      De arena. Cubre el 90% del paisaje. Arriesgada. Pánico.
Flores:
      Palmeras. Cactus pechugas de perdiz.
                       Llama la atención el cambiante de las dunas.






Somos incondicionales. Tenemos fundamento.
Podríamos viajar en una caravana de sinceros elogios
y habríamos cumplido.

Pero podemos dar un paso más.

Algo nos sigue despacito.
Le delata un aroma que tiene un punto de tristeza,
como si no tuviera hogar.

Iremos a buscarla. Te acompaño.

¿Tamaño?
El de la luna.

Es algo diminuto que cabe en un caldero
modelado por esas nobles manos.

Material hay de sobra.

Hará falta (eso es asunto tuyo)
una cuerda tan larga que llegue hasta el final.
Allí donde se une la tierra con el cielo.

La entrada por el pozo.
Le daremos el tiempo que haga falta para que se arrebuje.
Tiene que oír tu voz en una nana.

Cantaremos a dúo aquella que decía:
"Para mi niño quiero coger la luna…"

¿Ves la sombra?
En un rayo de luz cabalga.


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viernes, 20 de diciembre de 2024

LA LUNA













Una voz nos dijo una vez: "Estás tan guapa que todos los chicos querrán besarte". Y era cierto.

Semejante afirmación hizo palidecer de celos a la luna, (palidecer digo, pues rompió en miles de hilos luminosos la caricia dorada que la cubría).

Una vez repuesta de su rabieta, quiso descubrir quién era su rival y para ello envió al mejor de sus caballeros. Como era el mejor llegó primero y despertó a la bella durmiente.

Desde entonces, ¡qué lejanos están los problemas cotidianos! ¡Qué naturaleza tan distinta tiene esta alegría que nos hace vivir un cuento de hadas! ¡Qué siembra de luz provocó en nosotras lo relatado por esa misteriosa voz cuya música nos es imposible reproducir a quien no entiende nuestro idioma!

Ahora somos. Por eso sabemos que la vida no es un cuento, sino una hermosa realidad.





Desierto:
      Muchas dunas. Atardecer. Sol naranja. Arena amarilla, fina. Chimeneas de hadas.
Cubo:
     Grande. Azul metalizado. Aristas redondeadas. Apoyado sobre un vértice, encima de una de esas chimeneas.
Escalera:
      Mármol. Alta. Apoyada en una duna para elevarme del suelo.
Caballo:
   Negro brillante. Con una mancha blanca frontal, alargada. Crines sedosas. Está al final de la escalera.
Tormenta:
     Cielo negro. Mucho aire. Relámpagos y truenos. Granizo. Agua. Ocurre al fondo, a la derecha.
Flores:
     No hay flores, no pintan nada.
     Un anciano indio mira el sol. Está ahí.



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jueves, 19 de diciembre de 2024

LA FUERZA






Desierto:
Dunas, color marrón. Más arena que cielo. Cielo azul. Nube dispersa difuminada.

Cubo:
Tres cubos, tres planos. Lado izquierdo, cerca de mí, transparente. Mediano. Estoy apoyada en el de en medio.

Escalera:
Apoyada en medio. De madera marrón. Sombra al ras. Calma, no hay viento.

Caballo:
Antes del cubo de en medio. Blanco. Sombra del caballo.

Tormenta:
Lado izquierdo al derecho. Suave. Difuminada. No se pierde la visión. Desaparecen las nubes

Flores:
Rosas rojas. En el cubo de en medio dos cruzadas en la arista izquierda.

***


Nuestro yo se adelanta y hay que decirle “calma”, “espera”, pero debemos ensayar la manera de hacerlo.

                 Ayer estuvimos torpes y se escondió sintiendo una vergüenza que no era suya. Erase una vez una niña...

                 Cada uno puede con lo suyo. La cuestión es saber qué es lo de cada cual. A veces se abandonan en nuestro yo conflictos que no se han podido resolver a su tiempo. Esperan solución, pero como no nos corresponde a nosotras esa lucha nos rebasan. Pesan como muertos.

                 Tenemos tres opciones. Pasar (una de ellas). Entrar en esa cárcel (la tercera)... ¿Y la nuestra? (Calma, no hay prisa).

                 Érase una vez una mujer que decidió rescatar a su niña. Pasó de aquellos que querían pasar y encarceló a la desesperanza.

                 ¡Qué aroma a tierra fecunda! ¡qué musical galope se avecina!

                                                             ¡¡¡ Así, así, sin dudarlo, continúa!!!




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miércoles, 18 de diciembre de 2024

LA DECISIÓN








Desierto:
      Mucha arena. Un río que desemboca en el mar. Muchas dunas. Zona montañosa. Un cono de vegetación. Oasis. Mucho calor. Contraste, mucho contraste. Inmensidad.
Cubo: 
      De piedra. Está introducido en la arena. Cierta inclinación. "Espetado". Sólido. Bastante grande. Para verlo todo hay que rodearlo. En zona montañosa, árida.
Escalera: 
      De piedra. Muy ancha, más que el cubo. Como un bucle ascendente. Sube la ladera de una montaña. A un lado una pared de piedra. al otro el vacío.
Caballo:
      Blanco. Suelto, sin aparejo. En la zona del río, entre montañas. En una cavidad, una cueva. Tranquilo. Bien lucido.
Tormenta:
      Muy a lo lejos. En la línea del horizonte, al fondo. Una tormenta marina, una galerna. Aparato eléctrico. No afecta al desierto. Le añade aire, viento, frescura.
Flores: 
      Blancas entre los juntos. Pequeñas sobre la montaña, en la zona sombría. Azules muy abundantes





Eso no es un desierto, sino un completo paisaje que lo incluye.

     Hacía tanto tiempo que Hércules esperaba la manzana, que este mundo fue espetado sin contemplaciones en cuanto Atlas le acercó aquel dorado fruto. Desde entonces parece todo traslocado.
     Ahora es una pesadez recorrer este páramo y al momento las notas de un violín envuelven la aridez y la trasladan fuera, dejando el clima cálido, perfecto, para nacer de nuevo.
     Agobiados hoy por problemas (que lo son por mirarlos con lupa), podemos ser mañana tan ligeros como el color azul del pensamiento.
     Es este un corazón tan lleno de contrastes, que sólo un hábil narrador lograría no dejarse nada en el tintero.
¿Nos atrevemos?


***

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