Érase una vez una niña...
Nuestro yo se adelanta y hay que decirle “calma”, “espera”, pero debemos ensayar la manera de hacerlo.
Ayer estuvimos torpes y se escondió sintiendo una vergüenza que no era suya.
Cada uno puede con lo suyo. La cuestión es saber qué es lo de cada cual.
A veces abandonan en nuestro yo conflictos que no se han podido resolver a su tiempo,
que esperan solución pero que nos rebasan porque no nos corresponde a nosotros esa lucha.
Pesan como muertos.
Tenemos tres opciones. Pasar (una de ellas). Entrar en esa cárcel (la tercera).
Despacio. No hay prisa.
Érase una vez una mujer que decidió rescatar a su niña.
Pasó de aquellos que querían pasar y encarceló a la desesperanza.
Desde entonces, ¡qué aroma a tierra fecunda!
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