(Nieve Andrea)
Desierto:Es un gran paisaje que limita con un cielo rojo, morado – atardecer, con una gama del naranja al morado intenso, de abajo hasta arriba. La arena toma esos colores para sí, fundiéndose con el pajizo que luce de día, haciendo sombras caprichosas con las dunas, dispuestas de manera ordenada, al antojo del viento. Hay alguna plantita que asoma tímidamente de cuando en vez, y, a lo lejos, se intuye el caminar de un poblado que, con sus camellos y tiendas de campaña, buscan un lugar donde pasar la noche que se aproxima, para seguir, al día siguiente, en busca de un lugar habitable donde su ganado pueda pastar y beber. Es embriagador contemplarlo, pero comienza a hacer frío...
Cubo:
Es un cubo de unos cuatro metros de lado, de piedra color arenisca, pero por su situación en el tiempo, espacio, tomaría un color purpúreo en la cara oculta a la luz tenue del atardecer, brillando. Sin embargo, con un dorado intenso en su cara orientada hacia el sol poniente. Está casi en el centro del paisaje, quizá un poco más cerca del espectador que del mismo centro.
Cubo:
Es un cubo de unos cuatro metros de lado, de piedra color arenisca, pero por su situación en el tiempo, espacio, tomaría un color purpúreo en la cara oculta a la luz tenue del atardecer, brillando. Sin embargo, con un dorado intenso en su cara orientada hacia el sol poniente. Está casi en el centro del paisaje, quizá un poco más cerca del espectador que del mismo centro.
Escalera:
La escalera es de madera, tiene una altura de unos tres metros y está apoyada en una de las caras del cubo, llegando hasta arriba del todo. Es una escalera de mano.
Caballo:
El caballo es un palomino, macho, con largas y blancas crines y pelo ocre/canela, que galopa libremente por las dunas, hacia el grupo del fondo, que busca dónde pasar la noche. Busca agua y alimento y sabe que ellos saben dónde conseguir lo que necesita. También, aunque amante de su libertad, ama la compañía humana, pues entre humanos se crió. Es extremadamente hermoso, vigoroso... tiene los ojos negros y galopa hacia el sol..
Tormenta:El cielo se vuelve negro y comienza una gran ventolera, originando grandes torbellinos de arena; las dunas desaparecen, cambian de forma azotadas por el viento, para volver a organizarse de diferentes maneras, sin forma definitiva; todo ello iluminado por la luz fantasmal de relámpagos que cruzan veloces el cielo de parte a parte, como rápidos y feroces destellos, barriendo de luz la oscuridad del desierto... La escalera ha sido absorbida por un tornado, y lanzada a gran distancia del cubo que, debido a su peso (es de piedra), soporta impasible todo lo que ocurre a su alrededor. El poblado se ha parapetado, como ha podido, bajo unas enormes pieles que les servirían para montar sus tiendas de campaña, y esperan que pase. El caballo corre, enloquecido, no sabe a dónde. Los relámpagos le iluminan de vez en cuando, y es una silueta desbocada y perdida que galopa, sobre el retumbar de los truenos que sacuden el paisaje entero. Termina toda esta crisis con una bendita aunque torrencial lluvia que el desierto recibe ansioso tras un año de sequía.
Flores:
Al día siguiente, amanece como si nada hubiera ocurrido, sólo que... las tímidas plantitas han florecido unas diminutas pero preciosas florecillas blancas, rosa pálido, rosa más intenso; hay azules, lilas, incluso verde claro.
*
Nos despertamos escuchando una tristísima voz que a lo lejos pedía auxilio:
¡Por favor, ayúdenme!
Se repite la súplica sin que nadie la atienda.
¿No habrá nadie cerca?
Queremos ayudar, pero estamos tan débiles que parece una imposible empresa levantarnos y se nos niega cualquier iniciativa.
(Aquella mujer seguía pidiendo ayuda, cada vez más cerca de nosotras).
Tendremos que hacer algo, sobreponernos a esa fatiga y encontrar la forma de unir nuestra voz a la de ella, para conseguir aquello tan vital, tan necesario.
Finalmente, lo hacemos, y se nos desvela que esa voz era la nuestra.
Para explicar con qué amorosidad se cobijo en nosotras nuestro yo abandonado y cómo abrió la puerta a la alegría, es preciso otro espacio.
Aquel aspecto nuestro, espera esa victoria.
*
La escalera es de madera, tiene una altura de unos tres metros y está apoyada en una de las caras del cubo, llegando hasta arriba del todo. Es una escalera de mano.
Caballo:
El caballo es un palomino, macho, con largas y blancas crines y pelo ocre/canela, que galopa libremente por las dunas, hacia el grupo del fondo, que busca dónde pasar la noche. Busca agua y alimento y sabe que ellos saben dónde conseguir lo que necesita. También, aunque amante de su libertad, ama la compañía humana, pues entre humanos se crió. Es extremadamente hermoso, vigoroso... tiene los ojos negros y galopa hacia el sol..
Tormenta:El cielo se vuelve negro y comienza una gran ventolera, originando grandes torbellinos de arena; las dunas desaparecen, cambian de forma azotadas por el viento, para volver a organizarse de diferentes maneras, sin forma definitiva; todo ello iluminado por la luz fantasmal de relámpagos que cruzan veloces el cielo de parte a parte, como rápidos y feroces destellos, barriendo de luz la oscuridad del desierto... La escalera ha sido absorbida por un tornado, y lanzada a gran distancia del cubo que, debido a su peso (es de piedra), soporta impasible todo lo que ocurre a su alrededor. El poblado se ha parapetado, como ha podido, bajo unas enormes pieles que les servirían para montar sus tiendas de campaña, y esperan que pase. El caballo corre, enloquecido, no sabe a dónde. Los relámpagos le iluminan de vez en cuando, y es una silueta desbocada y perdida que galopa, sobre el retumbar de los truenos que sacuden el paisaje entero. Termina toda esta crisis con una bendita aunque torrencial lluvia que el desierto recibe ansioso tras un año de sequía.
Flores:
Al día siguiente, amanece como si nada hubiera ocurrido, sólo que... las tímidas plantitas han florecido unas diminutas pero preciosas florecillas blancas, rosa pálido, rosa más intenso; hay azules, lilas, incluso verde claro.
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Nos despertamos escuchando una tristísima voz que a lo lejos pedía auxilio:
¡Por favor, ayúdenme!
Se repite la súplica sin que nadie la atienda.
¿No habrá nadie cerca?
Queremos ayudar, pero estamos tan débiles que parece una imposible empresa levantarnos y se nos niega cualquier iniciativa.
(Aquella mujer seguía pidiendo ayuda, cada vez más cerca de nosotras).
Tendremos que hacer algo, sobreponernos a esa fatiga y encontrar la forma de unir nuestra voz a la de ella, para conseguir aquello tan vital, tan necesario.
Finalmente, lo hacemos, y se nos desvela que esa voz era la nuestra.
Para explicar con qué amorosidad se cobijo en nosotras nuestro yo abandonado y cómo abrió la puerta a la alegría, es preciso otro espacio.
Aquel aspecto nuestro, espera esa victoria.
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