Escribir sienta bien porque el papel nos sirve de
espejo donde proyectarnos, pero ese ejercicio podemos hacerlo con cualquier
actividad para la que estemos preparados o simplemente siendo espectadores de los
demás, como si la vida fuera una obra de teatro.
Normalmente no damos importancia a lo que realmente la
tiene. Por ejemplo: un buen sastre.
Tener la fortuna de encontrar a un profesional concentrado
en la confección de una prenda para subrayar la elegancia que de otra manera
estaría escondida, no tiene precio. La hospitalidad es otro regalo que solo
puede pagarse quedando en deuda y vuestra casa es un ejemplo.
Podría describir multitud de hechos y actitudes que
nos llenan la vida de color aunque no nos hagan famosos. Lo importante es la
autoestima (no la vanidad), porque únicamente con esa medida podremos valorar a
los demás como nos gustaría que lo
hicieran con nosotros.
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