Será una copia, pero original.
Nos habla del tiempo en su mejor
aspecto. Los libros pertenecen a épocas diferentes a juzgar por las
encuadernaciones. Diría que esa máquina no funciona, pero está ahí por haberse
ganado el cariño de su dueño. El embozo que cubre la mesa a modo de mantel no
tiene coherencia y ello facilita que la imaginación dibuje el rostro dormido de
un fantasma. De los sueños hay que despertar pero las fantasías no lo permiten.
Como prueba ahí está ese curioso reloj que no tiene saetas. No puede hablar con
el tiempo y nos devuelve al mundo onírico a través de ese cordón-cadena incoherente
también.
Pero hay alguien en la
habitación.
No fuma. Abrió la ventana para
mirar. Dejó esa pipa encima de esos papelitos para que el aire no los moviese
más de lo necesario.
Lo original está en su sitio. El
autor no ha querido esconderse. Simplemente ha evitado quitar protagonismo a la
escena con su nombre y eso subraya la autoestima de quien ha manejado los
pinceles. La caja está vacía de vanidad.
¡Qué tiempo tan bien empleado!
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