(Dibujo de Julia Corcuera)
Enfadarse es infantil
Siendo infantiles perdemos
de vista (aunque solo sea por un momento) a ese "niño" que llevamos
dentro.
No ver es estar ciego.
Ciegos nos "vemos"
desvalidos y protestamos por ese abandono
Pedimos una luz y mil caras
responden, con gesto de sorpresa ¿A quién?
Nos vemos sorprendidos. Si
lo supiéramos ya seríamos lúcidos, ordenaríamos el mosaico de espacios que es
la vida y tendríamos respuestas en lugar de este jeroglífico.
Desenfadémonos. A primera
vista es simple y como para el esfuerzo de mirar dos veces no estamos
preparados, se nos complica todo.
No importa. El tiempo es
generoso.
Solo reconociendo que “el
otro” está sujeto a lo inevitable, tendremos el valor de mirarnos nosotros. Nos
veremos “derechos” porque aquellos “renglones torcidos” estaban esperando
nuestro impulso.
Esa caricia de la conciencia
levantará la mano del destino.
Al dueño de ese dedo habrá
que darle un beso por jugar con nosotros a ser de nuevo niños.
¡Qué sencillo!
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