El amor es amistad prolongada, un lazo invisible que nos une para siempre con la persona amada. Amar es pasar a formar parte de quien es amado, una extensión de su eternidad que se prolonga hasta el final de los tiempos; llorar juntos hasta que las lágrimas sean una sola, mirar en la misma dirección cuando nos dirigimos al ocaso. Amar es estar ahí, y estar ahí eternamente.
El amor es el hilo de Ariadna que nunca se ha de romper.
Amor y Amistad son las dos caras de la conciencia. Esa que nos hace libres siendo y dejando ser.
La amistad es un espacio cuyo microclima vital es el amor. Desde ahí se puede vivir como decía Nietzsche, "peligrosamente", sin lazos que impidan al destino llevarnos hasta el centro de cada uno.
El hilo de Ariadna nace en la amistad. El peligro está en que a veces ese “hilo” se confunde con la tela de araña que teje esa parte oscura que se llama inmadurez y que nos atrapa haciéndonos "formar parte del otro", como si eso fuera el auténtico amor. Se le reconoce enseguida por su clave de reproches, riñas y chantajes.
Es difícil querer con todas sus consecuencias. Querer al otro como es, sin maquillarle con nuestras necesidades. Difícil porque en muchas ocasiones deberemos quedarnos solos y la soledad da miedo. Pero existe una salida. Si pudiéramos acompañar a ese “miedo” la soledad se derrumbaría. Veríamos y nos verían porque somos uno.
Es un placer hablar con los amigos del amor.
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