martes, 27 de octubre de 2020

ESA VOZ

 

 



Esa Voz

 Me despertó una tristísima voz a lo lejos que pedía auxilio:

¡Por favor, ayúdenme!

 Volví a escucharla con un poco más de atención y me pareció que nadie la oía.

¿No había nadie cerca?

Yo quería ayudar pero estaba tan débil que era empresa imposible levantarme y tomar cualquier iniciativa.

 

Aquella mujer seguía pidiendo socorro, cada vez más cerca de mí.

Tenía que hacer algo, sobreponerme a esa fatiga y encontrar la forma de unir mi voz a la suya.

Finalmente pude hacerlo, y en ese momento, cuando ya pude gritar con ella, se me desveló que esa voz era la mía.

  Que era yo quien pedía auxilio.

 

Para contarte con qué amorosidad se cobijo en mí ese yo abandonado y cómo abrió la puerta a la alegría, se necesita ese espacio que nos presta el amor.

 

El misterio es que solo hay una puerta y es de entrada.

 

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