(Fotografía de Manuel Muñoz)
Cuando Rafa Nadal elogia a quien le ha vencido, las manos se rompen aplaudiendo.
Cuando alguien se mantiene en lo que dijo porque le parecía lo mejor, da seguridad aunque esté en minoría.
La seguridad en política es un valor. Lo nuevo da vértigo.
El vértigo se gestiona de dos maneras: con los prejuicios que son un asidero o con la inocencia de quien propone lo que cree que se puede hacer para avanzar “todos”, aunque solo sea unos pasos.
El prejuicio está en dividir a la sociedad en derecha e izquierda.
El valor está en mirar viendo a través de los “dos ojos” del rostro social.
Es cierto que la derecha ha hecho suyos todos los avances de la izquierda sin haber arriesgado nada por conseguirlos, pero también lo es que hay mucha gente que vota a la derecha y se comporta en su vida como si fuera de izquierdas y al revés.
La capacidad de conectar con una mayoría es un don. Las ideas pueden ser las mismas, pero dichas por uno u otro llegan o no a su destino porque la música que las envuelve tiene ritmo. Sus oyentes esperan escucharlas porque ellos dirían lo mismo si tuvieran todos los datos.
Los partidos políticos son una avanzadilla para conseguir información sobre el origen de los hechos. Los ciudadanos tenemos derecho a esa información.
Entender los problemas enriquece la capacidad de decidir responsablemente.
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